Existen 62 maneras de apoyar la cabeza
Apoyar la cabeza es un placer. Igual que las posturas sexuales.
No estoy loco.
A ver. No estoy diciendo que tenga algo de sexual, sino de la satisfacción que puede proporcionar.
Ya lo sabía Georg Christoph Lichtenberg allá por 1760. Escribió:
«En realidad hay 62 maneras de sostener el rostro con la mano y el antebrazo». (¡Y el codo!).
Según sus cálculos, de 7 posturas sencillas, se pueden conformar 62 maneras distintas de apoyar el peso muerto de la cabeza.
7 con la mano izquierda, las mismas 7 con la mano derecha (=14), 6 simétricas (=20), y como las 7 primeras se pueden combinar con las otras 6, resultan 21 posturas, y como se pueden hacer con cada mano, izquierda y derecha, iríamos en 42, sumado a las 20 de arriba, estarían las 62.
O sea, 20+42=62.
Estamos. Vamos. La cabeza —contando el cerebro— es el órgano más pesado del cuerpo. 6 a 7 kilos. A no ser que sea un cabeza hueca. Después, en peso, viene la piel, que puede llegar a pesar entre 3 y 4 kilos.
Por ende es la que necesita más apoyo. Físico. El cerebro lo necesita de forma afectiva. Y médica, en algunos casos.
Dedos, manos, antebrazos y codos nos sirven también para disimular el aburrimiento, envolver la preocupación, el fruto de la observación, de conjeturas, conclusiones, la melancolía y los malos ratos, por inventariar algunos.
Revisemos algunos casos y sus justas e injustas consecuencias.
La meditabunda
«Con el pulgar de la mano derecha colocado en la sien, el índice en la frente y los demás dedos recogidos sobre el ojo como una especie de sombrilla». Nos dice Lichtenberg. El pulgar se puede apoyar en la sien, el cachete e incluso en la mandíbula. Lo importarte es la sombrilla. Es la variante que por excelencia sugiere el mayor planteamiento de dudas por parte del sujeto. Incluso ocultamiento en algunos casos.
ESTA ES LA ÚLTIMA VEZ QUE ME CHUPAS EL CUELLO
No hay mucho material, pero
PRUEBA ERROR
PRUEBA ERROR AD NAUSEA
Un caro proyecto, mi nausía
Tú nunca aprendes
Tú nunca
debiste haber puesto
esa música
Hay veces eso sí que un dios existe y castiga
Te juro
Te juro
Te juro
A una que tiene tantas caras como lentejas
me dan por un billete
Una que se convierte en lo que yo debo
decir no
No volveré ni seré como el que fui
Yo ya para ti no
La fiesta es mía y si quiero grito.
El puño entero
Con el ángulo de los carpos hacia dentro, el puño presiona la mejilla a profundidad y la cabeza da una impresión de pesantez, la boca se levanta y el ojo queda casi cerrado por la presión. Existe también la variante llamada El pensador que consiste, en apoyar los nudillos contra los labios y el mentón.
Hoy fue el primer día que me dijiste hola
Y claro, te dije
Hola
No sé
qué
cara puse
Luego dirás chao porque yo no pude
Me voy de tu vida
Y tú sigues bailando
La templanza
La cabeza descansa completamente en la mano extendida. Es más de orden calmo y moderado. Incluso puede ser coqueta. O exteriorizar un dolor de muelas.
Hola, estoy fuera del hospital ahora, y no morí.
La manera impaciente
La cabeza se apoya en la palma, de modo que los dedos quedan libres hacia arriba, dispuestos a percutir, acariciarse, hacerse rollos o incluso —este acto es de mis favoritos— hurgar en la nariz, en señal de ansiedad o aburrimiento. Dependiendo la expresión facial, puede denotar poco o mucho interés.
Día entretenido.
No hay nadie aquí.
Su variante simétrica
Abatimiento, derrota. No presta demasiada atención a las buenas maneras ni se intimida ante los comentarios de los demás. Deja traslucir, claramente, las pasiones que lo agobian.
El pedestal
Solo con la cooperación de las dos manos de apoyo podemos alcanzar una altura suficiente, cual pedestal, para un campo de visión más alto o amplio que el del suelo o la mesa, y así poder alcanzar una mejor contemplación. Leer, por ejemplo. Es notable, también, cuando existe la supresión de todo apoyo.
Cada vez que nos despedimos, me da miedo no volver a verte.
Pero ahora parece que es verdad.
Que no estás y no volverás. No tendrás la misma cara,
ni el mismo sobrenombre, ni esa sonrisa de gil
con una pizca de rabia.
Si alguna vez te sentiste bien junto a mí, por favor vuelve.
No tengo problemas en pedirte perdón.
No tengo problemas en disculparte.
Quiero taparte a besos y conservar la herida donde me diste
un beso alguna vez y nunca se borró.
La autocomplaciente
La cabeza es sostenida por el pulgar y el índice. Y en muchas ocasiones la mano goza el privilegio de rodear la barbilla a su antojo. Incluso, exprimirlo. Lo singular de esta postura es que muchas veces se olvida completamente su función de apoyo, se sostiene en el aire, y pasa a ser un simple gesto. O sea, doblemente "autocomplaciente".
Recuerdo ese día, poco dichoso, haciendo hora,
esperando tu llamada que no llegaba,
y ya estaba afuera de la cancha de Ferro,
y tocaba Silvio,
y me compré un botella de vino blanco,
medio fina, no pagaba la entrada y estaba ahí,
podía susurrar y gritar y volver a casa. Si es que
me aceptabas.
Seguramente ya ha comenzado a experimentar con las posturas.
Obviamente no vamos a presentar las 62 maneras en este espacio.
Pero, ¿serán realmente 62 y nada más? ¿Serán infinitas? ¡Haga la prueba y cuente!
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Todas, todas las ilustraciones por Luis Blackaller 👏
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