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Bandas chilenas de los 90s: detrás de todo trofeo. Parte 1

  • Por Matías Andújar

La música chilena de los años 90s está fuertemente marcada por el cambio a la democracia.

Ya, algunos argumentos, flameando, tipo banderas de guerra como Emociones Clandestinas, Aparato Raro, Los Prisioneros (más atemporales en algunas de sus facetas), Illapu o Sol y Lluvia, se les había desinflado el “mono porfiado”, y no había una lata vacía a la que tirarle piedras. Hubo una valiosa importación musical de lo que estaba sucediendo en otros continentes, donde algunos intentaron aclimatarse, pero la imitación les salió muy pobre. Muchos de estos, simplemente desaparecieron. Algunos, o los mantenemos en nuestro pequeño corazón o siguen íntegramente vigentes. 

1990 dibuja, con el dedo índice, para muchos, la sonrisa en la cara. Al mismo tiempo, las generaciones jóvenes, que no estaban politizadas, se abrían un espacio, optando por otras temáticas líricas. Otros, simplemente no pueden olvidar.

Hay un cambio radical de sonido. Es como si los mezcladores y los computadores también hubiesen votado en el plebiscito.

Casi dos décadas después, a grosso modo, queremos saber qué pasó y en qué están estas bandas que transversalmente nos acompañaron.

Desde luego, no ocuparemos espacio en remitirnos a aquellas bandas de las que estamos en total conocimiento de su quehacer actual. Ya todos sabemos qué es de Los Tres, La Ley, Aleste, Jorge González, La Sociedad o Los Fiskales. También es oportuno mencionar que hay bandas y casos super interesantes, pero que no podremos cubrir. Con todo cariño y atención a su trabajo, van saludos a la distancia para Criminal, Congelador, Los Peores de Chile, Christianes, Los Ex, Parkinson, Shogún, Supersordo, Profetas y Frenéticos, Los Morton o Barracos, entre muchos. Gran aporte y larga vida, entre dientes gritamos.

Javiera Parra y Los Imposibles: los finales fueron venenos tan dulces.
Amada y odiada por muchos, Javiera Parra hizo su gran pirueta después de ser parte de la musicalización en vivo de La Negra Ester, montaje teatral del género musical, escrita por el tío Roberto y dirigida por Andrés Pérez. Hasta hoy, la obra de teatro, en sus múltiples versiones, más vista en Chile.

Junto a sendos músicos, de ahí el nombre de “Los Imposibles”, grabó con Roberto Lindl, Cuti Aste, Francisco Bosco, Juan Pablo Bosco y Álvaro Henríquez, pareja de ella en ese momento, y quien se echó la composición casi completa de «Corte En Trámite» al hombro. Hay que ser medio sordo para no apreciar la calidad musical de esta opera prima. El trabajo en batería es tan delicado como los dulces son las monedas para los niños. 

De ahí vino «La Suerte», otro tremendo disco, mucho menos hiperventilado, más dedicado a la expresión del gris cesante. De costura más interna. Donde la expresión de las letras, del texto, es lo que late más fuerte. Hubo un recambio de músicos, que son los que fueron definiendo tanto el tono, como la carrera de Javiera Parra, siempre acompañada de su fiel guitarrista Cristián López, quien venía de los claroscuros Malcorazón, dirigidos por la escénicamente irresistible Cathy Lean. Él fue el encargado de estampar este ir y venir entre tristeza y fiesta.

Por la época, me junté mucho con una personita —ya debe ser una persona— que no escuchaba música. Solo escuchaba Javiera Parra, así que me las sé todas hasta el disco «AM» (2001). Disco de covers compuesto de una buenísima selección de canciones de la cultura popular, que ya todos traíamos detrás de la oreja y que atravesaba varias generaciones. Fórmula asegurada. Roberto Carlos, Yuri, Gianni Bella, Camilo Sesto, Billy Idol, Franco Simone.

Se supo poco y nada más de ella. Sacó dos discos más, el 2003 y el 2012. Se le podía ver en pequeñas presentaciones en el bar Liguria —bar de sus amigos—, donde una vez coincidimos, pero me fui antes porque las piscolas estaban fuertes y caras. Así que me retiré en zig-zag, escuchando Portishead, lo recuerdo perfecto, porque nunca iría al Liguria y por cómo terminó ese día. Malditos Portishead, siempre comienzan, subsisten y terminan asechando a los turistas de la conducta. 

Sus músicos andan formando proyectos paralelos con miembros de Lucybell (Politburó), tocando en vivo con el renacer de Supernova, Saiko, produciendo los discos de De Saloon, tocando con Inti-Illimani Histórico, nuevas formaciones de Emociones Clandestinas, y dejándose ver entre los créditos que van desde Catalina Bono hasta González y Los Asistentes (¡gran banda!).

Mientras, Javiera cantaba para teleseries como «La Fiera» o «Tentación».

Muchas veces se les dio por disueltos, por lo mismo. Cada cierto tiempo aparece celebrando los 20 años de «La Suerte», por ejemplo, 2018. Ya podemos suponer cuáles son las canciones que más tocan y les piden en vivo.

Tiro de Gracia: aquí somos todos como amigos.
El disco «Ser Hümano!!» (1997) o simplemente estilizado como “Ser Humano” aparece en todas partes, pero en todos los lugares de habla hispana, no solo en Chile, como uno de los más importantes dentro del estilo. En el ranking de los 50 Mejores Discos Chilenos, realizado por la revista Rollings Stone se asoma, sin sorpresa, en el N°6. Y es que aparte de abrir caminos, sin precedentes, en el mundo del hip-hop chileno a nivel masivo-comercial, siendo, a ratos, bastante fieles a la métrica y la lírica del estilo, también interesó y llegó a gente que no era de la escena, ya que atravesaba, hacía un cruce, entre diversos estilos, pasando por el soul, funk, R&B, bases duras y voces dulces, daba para que estuvieran todos felices. De ahí que a muchos hijos de la calle, donde se origina el estilo, desde lo marginal, les sonó a traición y se hablaba de ellos como “hip-pop”.

Pero para la gente de la escena y de la periferia también les abrió ventanas. Los Tetas, Dj Raff —¡ídolo!—, Ema Pinto, Seo2 —¡campeón!—, Joe Vasconcellos, Pedro Foncea y Carlos Cabezas —¡don Carlos!— participaron en el disco. Este “boom” del hip-hop dio pie a que productores y sellos comenzaran a abrir subventanitas. De ahí salieron tremendas bandas como Makiza y Rezonancia. Ahora, “Ser Humano” vendió, a los pocos meses, más discos de los que habían ya habían vendido Los Tres, La Ley, Lucybell y Nicole. Y en ese tiempo se compraban discos físicos. No como ahora. Digo, yo compré uno ayer, bah, a nadie le interesa.

El éxito los llevó a grabar su segundo disco «Decisión» (1999) en NY y compartir escenario con nada menos que Mos Def. Pero “naca la pirinaca” con el disco.

De ahí se produjo la salida de Zaturno, que ya tenía su proyecto Tapia Rabia Jackson y al que le puso todas las fichas. No pasó mucho. Hoy, los discos de Zaturno andan, por ahí, siempre a la venta. Un cassette de Parkinson o Los Morton puede llegar a costar 25 o 30 lucas.

El 2001 salió su single «Sueños». Buen tema. Quizás no todo estaba muerto.

2003, 2004 y 2010 su último disco a la fecha, y seguían los intentos. Nada. Pero mil eventos al año, tocando los mismos temas, invariablemente.

Hasta que este año, en enero, entre Lengua Dura y Juan Pincel ya no se pudo más. Entre descalificaciones, acusaciones y garabatos en los cuales no me voy a poner entre dichos, por redes sociales y entrevistas, porque si se veían se sacaban los ojos, el “Lenwa” dio un paso al costado. Si le interesa puede usted buscar las rencillas, pero es agotador. Yo las vi en su momento. Hasta por ahí no más. Y quedé espantado del uso y abuso de redes. Hubo un deslucimiento total por parte de ellos. Juan Sativo no podía seguir usando el nombre de Tiro de Gracia. Así que ya no solo estaban en la “B”, sino que se estaban totalmente desafiliados.

Ahora, hace muy poco, Zaturno y Lengua Dura —me cuesta escribir “Lenwa”—, se asociaron y comenzaron a laburar con el rótulo en pugna. Al igual que el saldo de Los Prisioneros, tuvieron que ocupar “Tiro de Gracia / Zaturno + Lenwa Dura”.

Casi siempre amados por muchos, o todos, pero odiados entre ellos.

Gondwana: ritos sagrados y risas pop.
Contrario a lo que muchos piensan, la carrera de Gondwana debe estar en su punto más alto. Lo que pasa es que no lo hacen en Chile. Ya ni sus canciones, que batieron records de reproducciones en el año 99, se escuchan hoy en nuestro país. Quique Neira, que venía de la banda Bambú, aceptó la solicitud de amistad de I-Locks Labbé, bajista y formador de Gondwana y lograron grabar dos discos, «Gondwana» (1997) y «Alabanza» (2000). Era un nuevo oleaje que no se conocía en Chile. Como tampoco la cultura que adora a Jah. O a Haile Selassie I.

Cosas propias del fanatismo religioso que creen que un humano, en este caso un monarca, es la reencarnación de un dios. Cosas relativas al panafricamismo, lo judeocristiano, el revivalismo de África y una pizca de hinduismo y cuánta cosa más, que se ignora, pero que arriba de un auto a todo volumen sonaba bárbaro para la época. Y se estilaba.

Y si el auto de al lado lo escucha, también lo hace el vecino, y el vecino del vecino, y el vecino del vecino del vecino, y el vecino del vecino del vecino del vecino, y así hasta alcanzar doble “disco de oro”, como lo hizo Tiro de Gracia.

Como algo fresco, nuevo, pegajoso, con un mensaje de amor y unión, conquistó a un gran sector de nuestro país. La gente se hacía trenzas, las pulseras con los colores de la bandera de Etiopía se paseaba de muñeca en muñeca, y, podemos decir que apoyó una desmitificación de la marihuana, ya que la hermandad la considera de uso sacramental. En sus canciones se escuchaba claramente el mensaje y la invitación a fumarla con total tranquilidad. Grupos de esa vanguardia besaron sin saber la herida de Jehová. Agarraban los papelillos como un cáliz y botaron, cuando se bota el humo, las sagradas formas. El amor también es sagrado. El amor te ama. El amor te quita y después te da. El amor te mata y después te hace renacer. El amor te hace feliz. El amor es una ilusión. El amor es hermoso. 

Gondwana fue hermoso. Los paraguayos fueron hermosos. Andar arriba de ese auto con la radio a todo volumen fue hermoso.

Después de tremendos hits, Quique quiso quebrantar esa quimera e iniciar su carrera solista y nunca más supimos de ellos. Y tampoco mucho más del carismático y religioso chico de blanco y ojos achinados.

Hace poco, Lionel Messi, dijo que Gondwana, estaba entre sus bandas favoritas. Hasta hoy, la Argentina casi completa, incluida Cristina, piensan que Gondwana son argentinos. Y es que allá se escuchan. Digo, se escuchan de verdad. Su DVD oficial en vivo está grabado en el Teatro Flores. Donde tocan los Divididos. Donde Fun People hizo presentaciones sorpresas bajo otro nombre.

Ni hablar de la cantidad de giras que hacen por todo el mundo. Y no precisamente donde cada uno se encarga de matar su propio chancho. Sino a lo grande. Es una banda internacional en constante rotación de integrantes y que, más que una banda, ya es un colectivo musical. 

Al Quique lo llaman para esas cuestiones tipo “Amnistía Internacional”, pero locales. Donde no me queda muy claro, cuál es el público ni a qué van.

Quienes aman, no siempre vuelven a querer.

Nicole: desperté con mis pies bailando.
Nicole sacó tremendo single el 2013 de su último disco «Panal». Se llama «Baila». Me tocó escucharla con un amigo mientras trabajábamos codo a codo, escuchando distintas frecuencias del dial, según el animus. Sonó y yo estaba alucinado —no la había escuchado, no escucho radio—, y mi compañero pedía explicaciones. La letra celebra: «Baila / Baila / Conmigo // Baila / Baila / Sin sentido». “¿Cómo voy a bailar sin sentido?” Y yo traté, intenté explicarme y dije “bailaría esta canción contigo, tomando cerveza, hasta caerme. Ese es el sentido. El sin sentido”.

Nicole, no sé bien porqué, después de haber sido hijastra de Madonna —El sello de Madonna la contrató por cinco discos, esa no te la hace cualquiera— sigue en el juego, pero a mitad de camino. No ha podido mantenerse en órbita. Indudablemente es su formato de expresión. No lo puede evadir. Dejar. Es lo que mejor hace y lo que más le gusta. Habría que preguntarle cómo le ha ido con ser madre. Es comercial. Pero tiene para ser mil veces más comercial y no lo ha sido. Es raro. ¿Baila descalza, lo hace sobre la mesa, lo tiene más como un ejercicio duchístico, es, ya, sólo una suerte de corpus colaborativo esporádico? ¿Es un rito, lo necesita, o está buscando seguidores?

De cierto, no lo sé. Pero que se tira descalza y cansada: se tira igual. Siempre dispuesta, colaboró con los desaparecidos Yeti en un tema de contienda entre risa y llanto. Buen tema. Buena banda. Se les extraña. Y si yo la invitara a colaborar, también apoyaría. Es una especie de socialité —en el mejor sentido— de la escena. No solo canta bien, sino que ha estado siempre presente. No es la chica de los calendarios, ni sé cuáles son sus seguidores, pero ahí están sus discos, recientemente reeditados, y no resulta forzoso encontrarla tranquila, descongestionada, en ellos y en sus canciones. Para todos es un personaje cálido, pero le sigue o le persigue cierta distancia. 

Ha tenido suerte. Ya a los 12 años, con su primer disco bajo el brazo, aseguró «Sólo sé que me gusta cantar y que quizás sea éste mi rol en la vida». Y es lo que ha hecho. A los 17 ya era exíto de ventas en el país con «Esperando Nada» (1994). Disco del que se desglosan sus mayores hits a la fecha e infaltables en cada jornada, donde, desde hace mucho, su agenda ha estado muy reducida.  

Su tercer disco «Sueños En Tránsito» lo produjo Cerati —esa no te la hace cualquiera—. Después de este disco, y de «Despiértame», su single, la rotación radial ha sido, por decir lo menos, escueta.  

Banda sonora de un Fuguet, temas centrales de teleseries, colaboración con Los Bunkers, jurado en concursos de talentos. Por ahí se ha dejado ver estos últimos años. Le ofrecieron conducir un matinal. Lo rechazó. 

Le cortaron el contrato y nunca conoció a Madonna. La flecha de Nicole apunta para todos lados. Sabemos que está ahí, pero podemos ir al baño con toda tranquilidad. No se irá a ninguna parte. Hace dos años se cumplieron sus 30 años de carrera. 

Puntos suspensivos. Momentos especiales, atrapados en el gimnasio, secándose el sudor y pegándose un resfrío al salir. El grupo de curso salió de paseo, pero llevaron pocos huevitos duros. 

En definitiva, casi todos están celebrando sus 25 o 30 años, tocando más o menos lo mismo.

Mejor lo dijo Filippi, bajista de Los Imposibles, cuando le preguntaron en qué estaba: “aquí, tocando lo mismo de siempre”.

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Zona tres datos:

1.- Javiera Parra es hija de Ángel Parra, que en verdad se llama Luis Ángel Cereceda Parra, así que, en verdad, Javiera se llama Javiera Cereceda Orrego. Hay quienes reniegan de su apellido. Otros suspiran por él. A mí me gustaría llamarme Matías Strummer. Y ser super musculoso.  
2.- I-Lock vendía artesanías en Bellavista. Luego fue dueño del Jammin’ uno de los locales más frecuentados de la misma zona, donde se masificó, se vivió a concho y luego se pudrió el movimiento Reggae.
3.- Quique Neira interpretó a Jesús el 2004 en una versión del musical «Jesucristo Superestrella». Jesús, Jehová, Allah, el Rey David. Ugh. Chilenicosas.