Mistral, Gabriela [1945]: una gran cabrita en el balde
Por: Matías Andújar |
En estos tiempos en que salen obras de Mistral, como revienta maíz en el microondas, ésta, se perfila, fácil, como la mejor a la fecha en este mundo peligroso. Apenas entras a la sala te das cuenta que vas a ver una apuesta que no es cualquiera. Que no es una más. Algo realmente teatral, que ya cuesta encontrar en cartelera. Por meses buscando. Este no va a ser teatro de mercado.
Y no podía ser de otra forma. La obra está al cuidado de Aliocha de la Sotta. Una de las más serias entendidas en el juego del teatro en la región. La verdad, estoy cero indignado. Estoy agradecido. Da gusto así. Ir al teatro y, más que ver algo de calidad, sentirte acompañado. Saber que hay gente sensible, que se preocupa de todo, que no deja nada al azar. Iluminación, corporalidad, música. Se arma una atmósfera exquisita. Es una noche negra lejos de casa. La obra está ambientada en Petrópolis. Y vamos a Brasil, efectivamente, mientras vemos a estas dos mujeres bellas y fuertes. Gabriela era, y es, famosa por ser porfiada de cara, pero acá, con notable actuación de Solange Lackington, tirando eso textos perdidos, despiertos, de Kalawski, la vemos radiante. Igual que su secuestradora —trabajo a cargo de Valeria Leyton—, ocultamente importante, ya que a primeras, se tiende a pensar que podría ser una simple interlocutora que dará voz al personaje principal. Logran la dupla perfecta de amigas-enemigas. Van a encontrar un amor. No es que se vayan a arreglar el karma, pero sí se lo van a echan a perder. Y ahí aparece lo bello.
Hablar del Síndrome de Estocolmo sería fácil. Se nos presenta una relación laberíntica, qué retrata perfectamente a la Mistral atormentada, compleja, contradictoria, poética, precaria, emocionalmente, versus una de las secuestradoras de un grupo feminista, que busca y solicita a la escritora que construya una suerte de Manifiesto, que las avale en este combate contra la sociedad. Que, como mujer, haga esta profunda necesidad de una defensa de género. Pero la obra no se sostiene en este tema. El secuestro es una excusa para que ambas se paseen por distintos temas. Como quien camina descalzo dispuesto a morir con las botas puestas. Ambos discursos son muy fuertes. Sin necesidad de hacer monólogos aclarativos, incluso el pimponeo de los diálogos es capaz de delatar importante información. Objetivo que cualquier dramaturgo quisiera para sus textos. Eso es muy difícil. Presentar a los personajes en el diálogo y no en disertaciones.
Salí rápido de la sala porque tenía que hacer un llamado, y no quería alejarme del estado en que uno queda después de los aplausos, pero tenía que hacerlo. Volví a mirar dentro de la sala y estaba la directora recogiendo la utilería. Cuando uno ya se está acostumbrando a ver estos nuevos directores/espectadores, con el pecho inflado, tipo paloma, que se dedican a saludar y saber quién entra a la sala, más que entender el teatro como un conjunto donde todos hacen todo. Porque quien actúa, quien dirige, quien está en la mesa de luces, es tan importante como el tramoya o el sonidista. Sin uno de éstos, la función no existe. El teatro debe leerse como un gesto integral. No perdamos la función del origen sacral de este rito.
El domingo 23 fue la última función. Roguemos para que se abran las puertas a una nueva temporada. Es necesario escuchar este texto. Asistir a la reflexión. Y llevarla a casa. Al fin, gracias a no sé cuál dios, una obra franca que, sin pretenciones de subir al podio, está ahí. Con su medalla al cuello. Pero estoy seguro que no la lucirían, porque su misión no es exhibirse, sino trabajar en silencio. Es un registro que inscribe formulaciones nuevas. La dirección no da indicaciones a sus actores con el fin de lograr un efecto, les entrega consideraciones para que tomen una postura.
Solo digo, dime cuándo piensas que no todo estaba hecho. Perdón por ser tan optimista, pero todo siempre estuvo hecho. Aún, no es motivo de alarma. Quedan seres preciados que se retursen como babosa en sal para encontrarle el giro a las cosas. Porque no se trata de reproducir situaciones. Sino más bien de descubrirlas. De la perspectiva que nos hará tilín y nos entrará en el pecho como un escopetazo. A muchos les gustaría sacar el truco como le sale a otros, en el Teatro. Con mayúscula inicial. Cuesta sacar la foto, porque va en una dirección oblicua. Que es la misión que tenemos como seres vivos, seres en sociedad con consciencia. Empuñar las manos y dar la pelea. No dejar que los malos ganen.
Ahora que se celebra el natalicio de la Premio Nobel, tenga cuidado porque saldrán muchas cosas, como maíz en olla común, recuerde. Es indudable que muchos serán trabajos oportunistas. Sometiendo a la poeta a una exposición de la que ella misma hubiese renegado.
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Zona tres datos:
1.- Solange Lackington demoraba tres horas en el proceso de maquillaje. Ya lo puede hacer sola y en una hora y media.
2.- Andrés Kalawski escribió el texto escuchando Morrissey.
3.- En mi puesto de trabajo tengo una foto de Morrissey encerrado con el signo de prohibido y la leyenda: «This is a MORRISSEY FREE workplace». Hay dos bandos muy marcados. Los que nos carga y los que lo aman. Ninguno es mejor que otro. Sobre gustos hay mucho escrito. Varios de mis más estimados amigos, incluso musicalmente, lo aman. Ya se ha convertido en un joda. Igual, apenas suena, me voy de ese lugar.
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