Comentario: One Piece rompe la maldición
- Por Esteban Beaumont
Era una carga demasiado pesada. Una tarea epopéyica. No solo por pretender adaptar uno de los animes más queridos y aclamados de la historia. También porque ese anime es la serie en emisión más larga de la historia con más de mil capítulos y sumando.
Como si eso no fuera poco, la sombra del fracaso amenaza como un gigantesco buque pirata acercándose a una canoa, no hay live action de anime bueno. Con todos esos antecedentes, se estrenó One Piece en Netflix.
Trato de no ser pesimista y ver lo mejor en todas las cosas. Por ejemplo, Ghost in the Shell de 2017 se deja ver, pero no se acerca ni a los talones de la original de 1995. Pareciera entonces, ser la tónica general de los productos japoneses animados versionados por Estados Unidos. Ni el espíritu, ni la calidad del original. Fracasó Dragón Ball Evolution, fracasó Death Note, fracasó Los Caballeros del Zodiaco.
Pese a eso, sigue la manía adictiva de Hollywood de adaptar animes. Es que el mercado oriental se ha convertido en uno de los grandes atractivos de occidente, siendo las historias de anime una mina de oro.
Ir a la siguiente notaOne Piece llega a Netflix bajo la atenta mirada de Eiichiro Oda, creador original de la historia, lo que se podría considerar un aval bastante confiable. Está serie es una de las grandes apuestas de Netflix para este año. Como todo ese peso, la serie cumple y de manera colosal.
Monkey D. Luffy es un joven pirata que busca encontrar el One Piece, un secretísimo tesoro que convierte a su dueño en el Rey de los Piratas. En un mundo lleno de maldad, piratas oscuros y salvajismo, Luffy se mantiene con una sonrisa radiante y un positivismo radical.
El primer punto a favor es ese, Luffy es un protagonista tremendamente carismático. Con una inocencia que empalma con la de Ted Lasso o Bob Esponja, Luffy contrarresta un mundo de espadas, barbas mal cuidadas y patas de palo con su alegría y positivismo. El ideal del sueño y hacer todo por alcanzarlo (idea ancla de esta temporada) se encarna en Luffy. Él es la tubería por donde las motivaciones de los otros personajes fluyen.
Otro punto es el varieté de personajes que desfilan en la tabla pirata. Desde los protagonistas, todos con tiempo y habilidad necesaria para darles trasfondo creíble y entrañable. Hasta los múltiples villanos que pasean por la pantalla, llegando a tener a varios antagonistas. Se que ese punto es de Oda, pero hay un valor en la forma de llevar los dinámicos y colosales trazos a la "vida real".
Ocho capítulos, que equivalen a 11 tomos del manga o 44 capítulos animados. Una tarea colosal que explica un poco la esperanza que tiene Netflix en este producto. En presupuesto y en marketing. One Piece podría ser en esa aventura fantástica de varias temporadas que revolucione a Netflix. Para eso tendrá que caminar con cuidado en una cuerda floja. Convencer a los fanáticos del anime (probablemente lo más difícil) y atraer al público casual, que consumen el producto sin saber cómo se lee un manga.
Y el tercer punto rescatable es el ritmo que se le impregna a la serie. Un constante e ininterrumpido "algo está pasando" que hacen que esas ocho horas no se hagan cansinas jamás. Tal vez sean las consecuencias de comprimir más de 40 capítulos en ocho horas. Sin haber visto jamás el anime, el live action de Netflix hizo lo impensado, me hizo plantearme la opción de ver los más de mil episodios del anime.
Pese a lo fiel que pueda ser a la esencia de los personajes, hay que tener en constante consideración que esto es una adaptación. La serie se da sus licencias reorganizando acontecimientos, eliminando partes, agregando otras. Y es lo normal en una producción que adapta un producto. Pretender que la animación y el live action tienen que responder a los mismos códigos audiovisuales, es entender poco cómo funcionan todos los productos
Lo importante es que One Piece no reniega jamás de su espíritu anime y tal vez esa es la real victoria de esta adaptación. Una historia que sin dejar de ser "otaku" logra ser una megaproducción de un gigante del streaming. Una aventura de piratas donde se grita el ataque final. Aunque me generan dudas si esta "orientalización" logra congregar al espectador casual.
Sin ser fiel dibujo a dibujo a su original, One Piece logra ser una serie con alma y corazón, encantadora y con un ritmo sublime. Rompe la maldición y se convierte en la mejor adaptación de un anime (muy difícil no era) y surca con seguridad aguas complejas. Todo está servido para que Netflix continúe creando una de sus grandes series. Por mientras, nosotros ya somos parte de la tripulación Sombrero de Paja.
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