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Hijos de matrimonio asesinado en Graneros cuentan los "sueños inconclusos" que quedaron tras muerte de sus padres

Más de una semana después del brutal asesinato de Rodrigo González y María Carolina Callejas, el matrimonio que fue atacado dentro de su propio hogar en Graneros durante la madrugada del 12 de marzo, sus hijos dieron un sentido relato al recordar a las víctimas.

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Uno de ellos ya había conversado con la prensa, cuando comentó el último diálogo con Rodrigo, ocurrido horas antes de ser baleado mortalmente junto a su mujer por desconocidos que, hasta ahora, siguen prófugos de la justicia.

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En esta oportunidad, Rosario y su hermano Rodrigo hicieron un recorrido por los 32 años que compartieron sus padres como marido y mujer, revelando los sueños que no pudieron cumplir tras ser arrebatados a sangre fría.

32 años de matrimonio

La pareja se conoció a fines de la década de los 80, en el contexto de un rodeo, la gran afición de Rodrigo. Pololearon y tras una breve separación, sus vidas se reencontraron para casarse en octubre de 1992. Sus años de matrimonio están documentados en varias postales, todo gracias al interés de Carolina por la fotografía. 

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Los hijos recuerdan al hombre como "especialmente cariñoso, agotador en su forma de querer" y cercano a la parrilla, pues le gustaban los asados de plateada. En cuanto a la mujer, "una persona muy meticulosa, amante de los lápices y preocupada", en especial con las familias de los alumnos del colegio La Cruz de Machalí, donde se desempeñaba como asistente.

Por razones de trabajo y estudio —Rosario es diseñadora y Rodrigo universitario—, los hermanos habían dejado el nido para radicarse juntos en Santiago, pero sus padres siempre tenían las puertas abiertas de su parcela en Graneros para que los visitaran.

Sueños inconclusos

La última visita estuvo lejos de ser como hubiesen querido los hijos. Rodrigo relató a Revista Sábado que a las cuatro de la madrugada del 12 de marzo lo despertó una llamada telefónica de un número desconocido, lo que en seguida le dio un mal presentimiento.

Al otro lado de la llamada estaba un teniente de Carabineros, quien le relató lo sucedido: desconocidos entraron a la propiedad de sus padres y los asesinaron. Cinco minutos después de la conversación, cuando logró controlar los temblores por la noticia, fue a la habitación de Rosario para comunicársela.

El viaje de Santiago a Graneros fue en el auto que compartían, casi en completo silencio, si no fuera por las llamadas que hicieron a familiares y amigos. Al llegar, no se les permitió ingresar a la casa y contestaron las preguntas de los uniformados.

"Yo ahí perdí la noción del tiempo, porque llegamos cuando todavía estaba oscuro, aún no amanecía. El día se me hizo eterno, viví como 15 días en uno, pero sabía que todo iba a ser muy lento, que todo se iba a demorar", expresó Rosario al citado medio.

A los pocos días del crimen, González y Callejas tuvieron una emotiva despedida en una iglesia en Vitacura, en la que participaron familiares y cercanos que se han convertido en un apoyo fundamental para los hermanos.

Sin embargo, en los momentos de soledad, Rodrigo reconoce sentirse atacado por una "enorme pena". Ahí es cuando recuerda los sueños que quedaron inconclusos: terminar el quincho que estaban construyendo en la parcela y correr con su papá en el Campeonato Nacional de Rodeo.