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Columna de Mauricio Morales: "Los pobres no lo quieren"

Por Mauricio Morales, doctor en Ciencia Política, profesor titular, Universidad de Talca-Campus Santiago. 

Las banderas de lucha de la izquierda giran en torno a los pobres, a los desposeídos, a los obreros, a la gente de trabajo. Por eso, siempre aspiran a conquistar los corazones de los oprimidos en el marco de un capitalismo -desde su perspectiva- brutal y salvaje. Es, qué duda cabe, un objetivo noble y loable desde todo punto de vista. Sin embargo, muchas veces esas aspiraciones quedan en el camino, y los pobres terminan distanciándose de aquellos líderes y partidos que les prometieron avanzar al socialismo.

En el caso de Chile, ocurre precisamente eso. Los pobres ya no confían tanto en la izquierda como una vía de solución a los problemas de desigualdad del país. Es cierto que estos segmentos apoyaron firmemente a tales en partidos desde la reinauguración democrática, resistiendo incluso el avance del gremialismo en las poblaciones urbanas del Gran Santiago desde fines de los 90. Pero de un tiempo a esta parte, esos apoyos se han ido diluyendo. Una hipótesis plausible es que la izquierda abandonó los territorios.

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Yo diría que es mucho más que eso. La izquierda generó una elite arribista. Los representantes que vivían en San Bernardo, Conchalí, Puente Alto, Pedro Aguirre Cerda y Lo Espejo, por nombrar algunas comunas, se fueron a vivir a Las Condes, Vitacura, Lo Barnechea, Providencia y, cómo no, Ñuñoa. En lugar de ser vecinos de los pobres, se transformaron en meros visitantes ocasionales de los territorios que los llevaron al Congreso. Eso no se perdona.

¿Por qué esta discusión es relevante en el Chile de hoy? Según la reciente encuesta CADEM, la aprobación presidencial a Boric es del 29%. Es una cifra casi constante en todas las mediciones, capaz de resistir las sucesivas crisis que ha enfrentado el gobierno. Corresponde a un grupo leal que le perdona todo al Presidente y que está dispuesto a respaldarlo a pesar de cualquier cosa: escándalos, crisis económica, un gabinete debilitado, entre otras.

El gobierno, además, ha claudicado en casi todo. Cedió a los estados de excepción constitucional, transformó a Carabineros en su socio, reconoció el éxito de los 30 años de democracia, y abdicó del feminismo como forma vida. Ya no se le cree a pie juntilla a la víctima, sino que también se considera el principio de la presunción de inocencia como una cuestión elemental en nuestra normativa jurídica. Entonces, y a pesar de que el gobierno lo ha perdido todo en cuanto a su mística inicial, ese 30% sigue fiel. Pero hay un gran problema.

Según CADEM, el apoyo al gobierno en los segmentos de mayores ingresos es del 36%, mientras que los más pobres solo lo respaldan en un 23%. Alguien dirá que esto no es tan extraño, toda vez que a Lagos le pasó lo mismo, registrando mayores apoyos en los ricos que en los pobres. La diferencia es que Lagos alcanzó una aprobación presidencial cercana a los 60 puntos. Por tanto, resulta un tanto perturbador que en el caso de Boric, cuatro de cada diez encuestados del segmento alto apruebe su gobierno, cifra que baja a uno de cada cuatro encuestados en los estratos más pobres. Es una noticia triste para un gobierno de izquierda que llegó al poder con un mensaje de cambio.

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El histórico 30% que ha respaldado a Boric, por tanto, es la izquierda que hizo su vida en las comunas de mayores ingresos. Es ahí donde el gobierno hace el aguante. Sin embargo, pensando ahora en clave electoral, las recientes elecciones locales muestran que los segmentos populares aún confían en los candidatos del sector. Ya dieron vuelta la página con Boric, pero siguen renuentes a dar su apoyo a figuras de derecha. Es cosa de ver la distribución de los apoyos a Claudio Orrego en la Región Metropolitana tanto en primera como en segunda vuelta.

En la primera vuelta, Orrego se impuso en las comunas populares del sector poniente de la capital, mientras que en la segunda vuelta venció a Francisco Orrego en 43 de las 52 comunas, dejándolo relegado a municipios como Vitacura, Las Condes, Lo Barnechea, Melipilla, San Pedro, Tiltil, entre otras. Entonces, si bien los pobres ya perdieron las esperanzas con el gobierno de Boric, pueden perfectamente renovarlas con una candidatura que venga del territorio. Los casos de Tomás Vodanovic en Maipú, y Claudio Castro en Renca son ejemplos de aquello.

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