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Columna de Mauricio Morales: "No me dejen solo"

Por Mauricio Morales, doctor en Ciencia Política, profesor titular, Universidad de Talca-Campus Santiago. 

El Presidente Boric ha visto salir de su gabinete a varios cercanos. Entre ellos, Izkia Siches en el ministerio del Interior, Marcela Ríos en Justicia, Giorgio Jackson en la Secretaría General de la Presidencia. Las despedidas siempre son dolorosas, pero a veces sirven como experiencias de sanación. En el caso de Boric, todos los cambios de gabinete han reflejado una especie de desprendimiento personal, y no una solución a los problemas que enfrenta su gobierno.

Por eso mismo, muy probablemente, el Presidente decidió no hacer ningún cambio en sus equipos para lo que queda de mandato. Y lo que es más llamativo, no hay, hasta ahora, ningún ministro que haya renunciado para emprender una carrera al Congreso, y ningún partido que se haya quejado públicamente con el gobierno por retener a sus principales figuras en el ejecutivo. ¿A qué se debe todo esto? Sugiero cuatro razones.

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En primer lugar, nada garantiza que los actuales ministros sean exitosos electoralmente para competir por un cupo en la Cámara o en el Senado. Forman parte de un gobierno impopular que registra, según distintas encuestas, cerca de un 25%. Dado los malos indicadores económicos de inflación y crecimiento que hemos conocido esta semana, el gobierno podría incluso retroceder hasta el piso mínimo del 20%.

No sabemos si las condiciones generales del país, incluyendo la enorme crisis de seguridad pública, van a mejorar en lo que queda de mandato. Adicionalmente, los partidos de estos ministros, si bien disponen de cupos para ofrecerles en sus plantillas parlamentarias, no siempre lo harán en distritos o regiones atractivas. En esos territorios, generalmente, ya hay instalado otro candidato: el incumbente de ese partido que busca la reelección. Por tanto, los actuales ministros no se encuentran muy seducidos para competir. No hay distritos ni regiones caladas.

En segundo lugar, cualquier cambio de gabinete se producirá en el contexto de la hecatombe gatillada por el caso Monsalve. El gobierno, de tomar esta decisión, estaría reconociendo que la crisis y los responsables están en el ejecutivo. De esa forma, la oposición lograría su propósito de vincular para siempre a La Moneda con todos los delitos que se le imputan al ex subsecretario del Interior.

El gobierno, en cambio, aspira a que este caso se aleje de Palacio y se instale donde corresponde: en la Fiscalía. El socio inesperado del gobierno para estos efectos es el fiscal Armendáriz, de quien se exige una rápida gestión para formalizar a Monsalve y solicitar su prisión preventiva. Las cámaras de todos los medios de comunicación se trasladarán desde La Moneda hacia el centro de justicia, generando cierto alivio en el equipo político del mandatario, que ya no resiste más vocerías desarticuladas y contradictorias. Como dice el refrán, cuando se habla con ira, se convierte la verdad en mentira.

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En tercer lugar, ya no quedan elencos. El oficialismo ocupó todos los rostros posibles, a lo que se añade una preocupante anemia de liderazgos. La única posibilidad sería traer políticos con experiencia desde el Congreso, en particular quienes no pueden repostular al Senado. Pero eso sería demasiado humillante para el Presidente. ¿O alguien se imagina a Lagos Weber o Quintana como vocero o ministro del Interior? Una cosa es recurrir a la Concertación, pero otra muy distinta es arrodillarse ante ella.

En cuarto lugar, hay una cuestión de responsabilidad política. El gobierno del Presidente Boric llegó envalentonado al poder en el marco del proceso constitucional. La convicción de sus equipos era que el país cambiaría estructuralmente producto de la nueva Constitución. Esta aspiración se derrumbó de manera dramática junto con la paliza que recibió la izquierda en el plebiscito de 2022. De ahí en adelante, el verso se debió transformar en prosa, las promesas en soluciones, y los sueños en realidad.

El gobierno no estaba preparado para esto y se vio obligado a peregrinar hacia quienes criticó y denostó todas las veces que quiso: el Socialismo Democrático. Son ellos quienes, hoy por hoy, conducen el gobierno en Interior, SEGPRES y Hacienda. No pueden agarrar sus cosas y emprender sus legítimas carreras políticas para la Cámara o el Senado, pues quedaron amarrados con el Frente Amplio y el PC. A cambio de aquello, eso sí, repletaron de militantes la burocracia estatal, demostrando que en política nada es gratis. Lo único que les pide el Presidente es que no lo dejen solo, pues quedan aún 16 largos meses en que, como decía Michelle Bachelet, cada día puede ser peor.

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