Columna de Mauricio Morales: "Soa Matthei, ¡haga algo!"
- Por Meganoticias
Por Mauricio Morales, doctor en Ciencia Política, profesor titular, Universidad de Talca-Campus Santiago.
La derecha está dando un espectáculo francamente increíble. En primer lugar, fracasó en las negociaciones municipales para nominar al candidato único del sector en la elección de alcaldes. En 34 comunas se enfrenta un candidato de Chile Vamos con otro de Republicanos, y en 57 municipios la competencia es entre un representante de Chile Vamos y otro del Partido Social Cristiano.
En segundo lugar, la derecha no reaccionó de manera decidida, unánime y clara frente a la situación de Marcela Cubillos en la Universidad San Sebastián, en que recibió un sueldo de 17 millones de pesos mensuales, un pago totalmente distorsionado si se observan los valores de mercado para un docente universitario.
Ir a la siguiente notaEn tercer lugar, el “Caso Hermosilla” tocó el corazón de la UDI, tumbando al último coronel de peso dentro del partido, Andrés Chadwick. El presidente del gremialismo, luego de meter las manos al fuego por su líder, comunicó que Chadwick había renunciado, cosa que se supo dos semanas después. En cuarto lugar, Renovación Nacional también puso de su parte, impulsando una acusación constitucional en contra del presidente Boric, la que duró solo unas horas, pues no contaba con el apoyo de la directiva ni de los senadores del partido.
En quinto lugar, de manera totalmente irracional, Chile Vamos se sumó a Republicanos en la acusación constitucional contra la ministra Tohá. A sabiendas de que no contaban con los votos suficientes, Chile Vamos mostró su instinto de vagón de cola frente a Republicanos. Agachó el moño y se tiró por el despeñadero.
Mientras Republicanos quedó con la imagen de un partido duro, identitario y genuino de derecha, Chile Vamos tuvo que salir a dar explicaciones por la derrota, apareciendo dividido e indisciplinado debido a la oposición de algunos diputados de Evopoli que votaron en contra de la acusación. Republicanos, entonces, consiguió un doble objetivo. Por una parte, representó el malestar y la rabia de los votantes de derecha frente al gobierno. Por otra, instaló una bomba en Chile Vamos, produciendo conflicto y descontrol público.
Todo lo anterior está dañando a la candidata del sector, Evelyn Matthei. En lugar de desplegar su campaña y apoyar a los candidatos a alcalde, gobernador regional, concejal y consejero constitucional de su pacto, la agenda la ha llevado a ser vocera de los errores y conflictos de su potencial coalición de gobierno. Tanto así, que incluso se ha llegado a especular con su renuncia a la UDI.
LO ÚLTIMO¿Es razonable que lo haga? En este contexto, claramente no. Hay tres razones fundamentales. Primero, porque renunciar implica esquivar el conflicto y no enfrentarlo o corregirlo. Si Matthei se va de la UDI, eso no es garantía de que el conflicto desaparezca. Una líder con su reconocida trayectoria debe entrar a imponer la disciplina y a ordenar a sus huestes.
En segundo lugar, renunciar a la UDI equivale a abjurar de los partidos políticos. Si bien la imagen y desempeño de los partidos están en franco deterioro, eso no implica que hayan dejado de ser las principales agencias de canalización de intereses. Sin partidos, no hay democracia. Matthei debe entender que una de sus tareas centrales es consolidar una coalición de gobierno con partidos que ofrezcan certidumbre y que se hagan respetar frente a sus rivales.
No es razonable que Chile Vamos siga dándole el amén a Republicanos en todas las decisiones que este partido toma. Matthei, por tanto, debiese considerar algo muy importante: los electores siempre prefieren el original a la copia. Si Chile Vamos sigue siendo un triste remedo de Republicanos, es mejor que de una vez lo digan y respalden decididamente a José Antonio Kast. Así de simple.
En tercer lugar, renunciar a la UDI es darle en el gusto a Republicanos, pues si Matthei se despoja de su coalición de origen, eso será interpretado como una señal más de un pacto evidentemente ingobernable. El elector de derecha se preguntará, en este contexto, si es más confiable una candidata que le hace el quite al conflicto, o un candidato más extremo, pero que cuenta con un partido leal, unido y sin ninguna clase de fisuras. Señora Matthei, haga algo.
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