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Columna de Mauricio Morales, "Socialismo (no) 'democrático': puras falacias"

Por Mauricio Morales, doctor en Ciencia Política, profesor titular, Universidad de Talca-Campus Santiago.

El partido fuerte de la coalición oficialista es el PC. Qué duda cabe. Tiene a la vocera de gobierno, los ministros de Educación y Trabajo, y la presidencia de la Cámara. En 2021 escogió 12 diputados -aunque ahora su bancada es de 10- y dos senadores. Pero esto no es lo que realmente refleja su poder. El PC se ha dado el lujo de decir, a través de su presidente, que Venezuela no es una dictadura, contradiciendo absolutamente la opinión de Gabriel Boric.

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Al mismo tiempo, sus principales líderes han acusado a la derecha de persecución política a raíz de la prisión preventiva dictada en contra de Daniel Jadue -sugiriendo la permeabilidad del Poder Judicial-, y armaron un tremendo escándalo por la salida de Juan Andrés Lagos del Ministerio de Interior. Sin embargo, el PC sigue en el gabinete, mantiene a sus militantes como funcionarios en la burocracia estatal, y le da exactamente lo mismo la crítica que puedan ejercer sus socios de pacto.

En consecuencia, el problema dentro del Gobierno no es el PC. Sobre la base de una posición genuina respecto a las democracias y los autoritarismos -cosa que no difiere sustancialmente de sus posturas ideológicas históricas- ha notificado al Gobierno que no se moverá un ápice. ¿Quién debe responder entonces? Desde el denominado “socialismo democrático” ha surgido una serie de declaraciones en contra del PC, señalando que es imposible continuar en una coalición de Gobierno con partidos sin convicción democrática.

Es más. Algunos, incluso, han dicho que el próximo año, momento en que se definen las candidaturas presidenciales y legislativas, hay que reevaluar la alianza con los comunistas porque los separa un verdadero abismo. Todas estas declaraciones, sin embargo, son puras falacias. Cuando la distancia ideológica entre dos partidos es insalvable -como es el caso- se toman decisiones. Y esa decisión pasa por comunicar al Presidente de la República que es imposible continuar en la alianza de Gobierno con actores que respaldan una dictadura. Punto.

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En ese contexto será el mandatario quien defina con cuál de los dos bloques seguirá gobernando, pero resulta bastante infantil, inútil y hasta molesto escuchar a líderes y representantes del “socialismo democrático” despotricando contra el PC pero sin tomar decisión alguna. ¿O será que el amor a los cargos en el Gobierno es más fuerte que la convicción por defender los principios de una democracia? Sería hasta comprensible desde una óptica pragmática, pero es mejor transparentarlo en lugar de intentar engañar a los electores. Mientras el “socialismo democrático” siga de la mano con el PC, no habrá declaración alguna sobre el valor de la democracia que goce de la más mínima credibilidad.

La gran duda es cómo enfrentará este asunto el “socialismo democrático” cuando presente su candidatura presidencial. Lo primero que preguntará la prensa es qué hizo -no “qué dijo”- esa candidatura cuando el PC se resistía a reconocer en Venezuela una dictadura, o cuando la diputada Carmen Hertz señaló que en ese país, incluso, podría existir más libertad de expresión que en Chile. Seguramente, esa candidatura se refugiará en dichos o declaraciones, pero en ningún hecho concreto.

Por tanto, el “socialismo democrático” es un cómplice directo del PC en esta materia, y ese mote será difícil de borrar. La democracia se defiende hasta las últimas consecuencias, sin importar el daño económico que eso pudiese implicar para dirigentes o militantes que legítimamente se desempeñan en la burocracia estatal.

El PC no va a cambiar de postura, sin perjuicio de que hoy viva un conflicto interno entre su mesa directiva y los ministros de Gobierno, aunque eso bien podría constituir una simple estrategia. Es decir, mantener y defender sus convicciones, pero confundir a sus socios con el fin de evitar mayores conflictos. La responsabilidad recae en el “socialismo democrático”, que está cometiendo un error de proporciones y, al parecer, no se da cuenta o, simplemente, lo apoya en silencio.

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