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Columna de Mauricio Morales: "¿Bache-tres o Bache-fue?"

Por Mauricio Morales, doctor en Ciencia Política, profesor titular, Universidad de Talca-Campus Santiago.

No hay duda de que Michelle Bachelet ha sido la gran líder de la centroizquierda en los últimos 20 años. Puede sonar repetitivo, pero Bachelet fue la primera mujer en llegar a La Moneda, y su primer gobierno ha sido de los más exitosos en la historia de Chile. Bachelet sacó adelante una gran reforma previsional, y preparó al país- de la mano de su ministro de Hacienda, Andrés Velasco- para enfrentar correctamente la crisis económica en la segunda parte de su mandato.

Si bien fracasó en su intento por reelegir a la coalición de gobierno en 2009 con la candidatura de Eduardo Frei Ruiz-Tagle, se las arregló para mostrar una significativa presencia internacional que, junto con el recuerdo de su primera administración, la empujaron para ganar cómodamente las presidenciales de 2013. Ese segundo gobierno no dejó los mejores recuerdos, especialmente por los casos de financiamiento irregular de la política y de corrupción privada que llegaron a su gabinete y entorno familiar.

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Bachelet dejó el poder con una coalición desmembrada y sin liderazgos nuevos. La Concertación había muerto, y la Nueva Mayoría ni siquiera alcanzó a nacer como una coalición capaz de entregar gobernabilidad a Chile.

Ya con 72 años y con una carrera política internacional auspiciosa, muchos la quieren como candidata presidencial en 2025. Las encuestas la están acompañando. La última CADEM, por ejemplo, la muestra empatada en el segundo lugar con José Antonio Kast (11% cada uno). Es más. En una eventual segunda vuelta con Evelyn Matthei el resultado es incierto, pues no hay diferencias estadísticamente significativas entre el 49% que obtiene Matthei y el 45% que alcanza Bachelet.

Adicionalmente, barrería con Kast en una segunda vuelta, obteniendo el 52% versus el 38% del Republicano. Si fuese por números, entonces, Bachelet debiese ser sin duda alguna la candidata oficialista, más aún si sus bases electorales son complementarias a lo que hoy representa el Presidente Boric. Bachelet moviliza el voto femenino, de los sectores populares y de los electores más longevos, mientras que Boric es fuerte en los segmentos jóvenes y de mayores ingresos. Dicho en simple, son el complemento perfecto.

 

 

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Sin embargo, hay varias “contras” a examinar. La primera es que si se consideran todas las elecciones presidenciales en América Latina desde 2015 en adelante, en el 76% ha ganado la oposición. Si excluyéramos los casos de Venezuela y Nicaragua, la cifra bordearía el 80%. Chile es un caso muy emblemático de aquello, pues la última vez que se reeligió un gobierno del mismo color político fue en 2005, precisamente con Bachelet como candidata. De ahí en adelante hemos tenido una sucesiva alternancia. En consecuencia, Bachelet tendría que romper nuevamente con la historia para no salir derrotada de esos comicios.

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La segunda “contra” es que necesariamente deberá fracturar la actual coalición oficialista, pues ya sabemos que el PC y el resto de los partidos no pueden convivir bajo el mismo techo. Es cierto que el PC se subió tempranamente a la candidatura de Bachelet, pero su postura frente al régimen de Maduro hace impensable la construcción de una nueva coalición de gobierno de cara a las elecciones de 2025. Bachelet tendría que enemistarse con el PC y, de paso, marginarlo en una oposición de izquierda, lo que anticipa un gobierno difícil.

La tercera “contra” es, evidentemente, el tapón que representa Bachelet para los liderazgos más jóvenes. Con esto no quiero decir que sea culpable de la anemia de liderazgos que vive su sector político, pero revivir a Bachelet en estas condiciones me parece injusto con su trayectoria. Además, habría que construir una elección primaria prácticamente desde la nada. Si Bachelet quiere ganar esas elecciones presidenciales, debe someterse al proceso de primarias. ¿Quién será el o la valiente que asuma ese desafío?

Por todo esto, y a pesar de que los números estén indicando lo contrario, la centroizquierda debiese pensar muy bien la eventual candidatura de Bachelet. Ella misma, creo, no está convencida, y ve su futuro más fuera que dentro de Chile. Para el gobierno de Boric, además, sería un doble fracaso competir con Bachelet y perder. Es mejor, al menos desde mi perspectiva, luchar con un candidato o candidata identitaria de lo que Boric representa, y si hay que perder la elección, se pierde y punto.

Mas que Bache-tres, entonces, es Bache-fue. Pero si a pesar de todo esto compite y gana en 2025, se convertirá por lejos en la líder más importante en la historia de Chile.

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