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Columna de Mauricio Morales: "Matthei versus Bachelet, un clásico"

Por Mauricio Morales, doctor en Ciencia Política, profesor titular, Universidad de Talca-Campus Santiago.

La reciente encuesta Cadem muestra que uno de los escenarios más competitivos en la presidencial 2025 es una segunda vuelta entre Evelyn Matthei y Michelle Bachelet. Decir esto hoy es muy riesgoso, y seguramente la mayoría dirá que falta una eternidad para esa elección, que es muy temprano para identificar a los candidatos más competitivos, y que en 2021 Jadue y Lavín eran los indicados para enfrentarse en una segunda vuelta, perdiendo ambos en sus respectivas primarias. Todo eso lo sé. Mi punto es otro.

A pesar de la ola de cambios que ha experimentado Chile en los últimos años -incluyendo el doble fracaso constitucional de 2022 y 2023- parece que las marcas tradicionales no han perdido fuerza. Estamos hablando de dos mujeres protagonistas de la política chilena por al menos 30 años, lo que viene a cuestionar la hipótesis del recambio generacional en izquierdas y derechas. 

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Para bien o para mal, los liderazgos tradicionales e históricos siguen vivos. Bachelet enfrentaría la presidencial 2025 con 74 años y Matthei con 72. Sería la segunda vuelta con las dos candidaturas más longevas desde que se utiliza este mecanismo (1999).

Si bien se enfrentaron en 2013 con un amplio triunfo de Bachelet, hoy el panorama es totalmente distinto. La exPresidenta ha dicho que no está disponible para un tercer período, aunque ha dejado espacio para esa posibilidad en caso de que la derecha radical tenga opciones claras de triunfo. Dicho de manera más simple, Bachelet entrará en carrera si Kast asoma como probable ganador.

 

 

El problema es que eso no lo sabremos hasta entrado 2025. En mayo de ese año los candidatos deben inscribirse para las elecciones primarias de julio, por lo que la decisión deberá estar tomada el primer trimestre de 2025. A esas alturas, el panorama en la derecha debiese estar claro. Esto es, una primaria al menos entre Matthei y Carter, y la oficialización de Kast como candidato de Republicanos para la primera vuelta.

En ese contexto, Bachelet deberá aceptar o declinar definitivamente su participación como candidata. Si deja abierta la puerta o genera un mínimo espacio de incertidumbre, eso producirá una parálisis en la oferta presidencial de la centroizquierda, retrasando dañinamente la carrera de otros candidatos.

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Matthei, en tanto, tiene un desafío mayor en un escenario mucho más pedregoso. Hoy es la amplia favorita para ganar, pero las pulsiones antropófagas de su sector la pueden mandar por el despeñadero. Kast ya la tiene en el radar, y Carter hará lo propio. Ambos saben que su crecimiento depende de la debilidad de Matthei.

El ataque de Kast vendrá desde las convicciones ideológicas, desafiando a Matthei en quién es el genuino candidato de derecha. Carter, en tanto, enfrentará a Matthei en un eje distinto: élite versus pueblo. Carter apelará a su rol de alcalde en una comuna de ingresos medios, a su contacto con ciudadanos pobres, a su obra como agente canalizador de demandas directas, y a los partidos como instancias tóxicas que toman sus decisiones entre cuatro paredes. El ataque hacia Matthei será brutal y sin misericordia alguna. La derecha pelea con más fiereza cuando se enfrenta entre sí que cuando compite con su adversario político.

En consecuencia, y aunque suene obvio decirlo, quedan varias etapas e hitos políticos antes de la definición de candidaturas, pero lo cierto es que las marcas y apellidos reconocidos en la política chilena siguen en pie, para bien o para mal. Muchos advierten que el gobierno está muerto y que no respira más allá del 30% -hoy es el 34% según Cadem- pero si el candidato o candidata oficialista consigue esa cifra en la primera vuelta presidencial, tiene el pasaje asegurado al ballotage. ¿Será Bachelet? Imposible anticiparlo. ¿Y en la derecha? Matthei tiene las mayores chances de ganar, pero su sector político hará todo lo humana e inhumanamente posible para evitarlo. La derecha sabe perder, pero aún no aprende a ganar. Incluso, da la sensación de que muchos de sus líderes se sienten más cómodos en la oposición que en el gobierno

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