Su dueña empoderada y una supuesta mina de oro: Los recuerdos que guardan las ruinas de la mansión de Cerro Alvarado
En las faldas del Cerro Alvarado, en la comuna de Vitacura, hay lujosos condominios residenciales y hasta una estación de servicio. Un poco más arriba se ubican las ruinas de una mansión, la que si hoy estuviera en perfectas condiciones tendría una vista privilegiada de toda la Región Metropolitana.
Los escombros que quedan en las 100 hectáreas que ocupaba la propiedad son restos del enigma que acumuló durante algunas décadas del siglo XX. Hippies, pumas, una presunta mina de oro y un incendio son parte de su historia, la que fue relatada por un familiar de los antiguos dueños.
Son muy pocos los vestigios de la casona que sobrevivieron. El camino de tierra para llegar a ella aún mantiene su larga figura curvilínea, la vegetación le dio tintes verdes a un ambiente árido y las murallas se transformaron en lienzo para grafitis ilegibles.
Los orígenes de la mansión de Cerro Alvarado
Construida durante las primeras décadas del siglo XX, la mansión del Cerro Alvarado perteneció primero al empresario Mateo Delporte, un aficionado a la caza de pumas, los que por aquellos tiempos era frecuente verlos merodeando por la zona. De hecho, la propiedad tenía jaulas destinadas al encierro de estos animales.
Cuando el dueño falleció, la familia Delporte organizó un remate privado en el que se infiltró una persona ajena: Dolores García Madrazo. Su nieto, Fernando Córdova, relató cómo la mujer, avanzada para aquellos tiempos machistas, se convirtió en la nueva propietaria.
"Dice la historia familiar que el martillero se la adjudicó sin más a mi abuela, pensando que era una familiar. Hubo una gran revuelta y quisieron inmediatamente comprársela, incluso a un mayor precio. A mi abuela, que no tenía ningún problema económico, no le interesó", contó Córdova a La Tercera.
Dolores, una adelantada para su época
Dolores nunca accedió a vender su gigante adquisición, por dos razones principales: el inmueble era de su total gusto —y lo iba a destinar para descansar en él durante los fines de semana, ya que alternaba su residencia en Chile con el extranjero— y sabía que con el tiempo aumentaría su plusvalía.
Por ese alargado camino de tierra —ubicado al costado de la Costanera Norte, poco antes de llegar a una estación de servicio— ingresaba la mujer a bordo de su vehículo.
Córdova aseguró que es un camino "estrecho, lleno de curvas, que no era para cualquiera", pero su abuela vivía en la modernidad, lo que para la época era indebido socialmente para la mujeres. De nacionalidad española, ella llegó a Chile en 1918, luego que su prometido (el abuelo de Fernando) le pidiera matrimonio mediante una carta.
"Era fuerte, de carácter, visionaria, acostumbrada a negociar en un mundo de hombres y con una historia de vida interesante. Muy avanzada para su época, que a los 40 años quedó viuda, a cargo de un negocio próspero que hizo crecer aún más, y de toda una familia", relató el entrevistado al mencionado diario.
Los hippies y el incendio que dejó a la mansión en ruinas
La casona fue el escenario de momentos únicos entre familiares y amistades durante los fines de semana, pero desde 1960 comenzó a ser poco frecuentada por sus moradores, siendo 1968 el año que sepultó toda chance de recrear esos viejos y buenos momentos.
"Un grupo de hippies entró y la quemó. Mi abuela nunca quiso reconstruirla, ya que vivía en Buenos Aires (...) El nefasto incendio intencional de 1968 hizo que nunca quisiera subir nuevamente y menos reconstruir la casa. Quedó abandonada y la gente la fue desmantelando", señaló Fernando.
La mansión quedó en manos de la madre de Córdova durante algunos años, hasta que el Río Mapocho arrasó con el terreno en la década del '80. Nunca volvió a ser lo que era.
¿Una mina de oro?
En su infancia, Fernando escuchó varias veces la leyenda de que en las cercanías de la mansión, en las faldas del Cerro Alvarado, había una mina de oro, supuestamente: "Esa historia debe remontarse al siglo XIX o quizás más atrás, porque las personas locales más antiguas, gente que vivía en el pueblo de Lo Barnechea, la sabían".
"Se agregaba a la misma leyenda después, que el señor Delporte había construido su casa en Las Condes con un torreón tan alto, como para instalarse con un catalejo a vigilar la supuesta entrada de la mina", relató, consignando que existen otras teorías de que dicho torreón era para ver las estrellas.
La leyenda nunca fue verdad, pero aquello no ensucia los dorados recuerdos de la mansión que guarda la familia, la que en 2011 vendió el terreno para una construcción de edificios, los que 12 años después siguen sin iniciar sus obras.
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