A 10 años del brutal crimen de Lolol: El día que un anticuario decapitó a una profesora en su tienda de antigüedades
Óscar López Rodríguez es un anticuario que vive atormentado por sus fantasmas, tratando de no liberar su paranoia. Su rutina consiste en reparar y mantener las antigüedades que guarda en su local, ubicado en Lolol, región de O'Higgins, lugar que fue escenario de un horrible crimen.
De vez en cuando recibe a interesados en lo que ofrece en su tienda. Algunos se llevan elementos centenarios, pero la fortuna no siempre está del lado de los compradores, porque en vez de hallar reliquias, unos encontraron una brutal muerte.
Así fue el caso de María José Reyes, una profesora de educación física que fue asesinada por el comerciante, quien la decapitó frente a sus hijos y levantó la cabeza como si fuera el más preciado de sus trofeos.
Pronto se conmemorará un hito de aquel crimen, pues este 12 de julio se cumplen diez años no solo del asesinato de la docente, sino también de la posterior balacera que terminó con la vida del homicida, abatido por el entonces cabo segundo de Carabineros, Felipe González.
¿Cómo fue el asesinato de la profesora?
En la tarde de un jueves 12 de julio de 2012, María José llegó con su hijo e hija hasta el taller de Óscar. Tras bajar de su camioneta, se asomó por la ventana y les dijo a ambos que la esperaran, que pronto volvería con los artefactos que quería comprar para la casa de veraneo que tenía la familia en la comuna de Paredones, ubicada cerca de Lolol.
Los jóvenes obedecieron y ella caminó hacia la tienda de antigüedades, sin saber que esas fueron las últimas palabras que les dedicó a sus retoños. Mientras tanto, dentro de la tienda el anticuario luchaba con sus demonios internos, hasta que se dio por vencido.
Cuando la profesora entró al lugar, apenas protagonizaron un breve diálogo cuando el sujeto decidió atacarla, llevándola hasta el patio del inmueble. Enajenado de sus sentidos, Rodríguez tomó un hacha y la decapitó, todo mientras era visto por los hijos de la víctima desde el exterior.
El hijo mayor corrió para evitar lo ineludible: salvar a su madre del malvado anticuario. Sus intenciones se apagaron cuando el homicida tomó la cabeza del pelo y la levantó, emulando una triste y sangrienta victoria. Al menos así lo recordó Mario Bravo, otro comerciante y vecino de Óscar que presenció el brutal hecho.
Los adolescentes quedaron atónitos frente a la situación, aunque lo único que pudieron hacer fue pedir auxilio a Carabineros.
Asesinado en su patio
Después de soltar la cabeza, el anticuario realizó una serie de amenazas, dispuesto a seguir asesinando para saciar los demonios que imperaban en su mente. Al fono de emergencias de Carabineros (133) llegó la desesperada llamada de uno de los hijos de María José.
Cerca de la tienda iba circulando una patrulla policial que fue redirigida al lugar del crimen. Cuando llegaron los uniformados, Rodríguez intentó atacarlos con un arma blanca, mientras la sangre de la víctima recorría sus manos y brazos.
En ese momento surgió la figura del cabo segundo Felipe González, quien posteriormente relató el enfrentamiento con el asesino: "Estaba enloquecido, fuera de sí, yo solo me defendí porque temí por mi vida".
Ante los ataques, el carabinero sacó su arma de servicio y terminó con la vida del sujeto, poniendo fin a los minutos de terror que dañaron a la tranquila localidad de Lolol.
"Disparar fue el último recurso que pude utilizar. Le advertí dos veces a deponer su actitud. Cuando vi que se me abalanzaba con un cuchillo aún ensangrentado, disparé al aire y cuando sentí que mi vida corría peligro, le tuve que disparar al cuerpo", dijo a la prensa.
El anticuario guardaba restos humanos
La profesora de educación física no fue la única víctima de López Rodríguez. Después de su asesinato, durante el mismo 12 de julio, la policía confirmó el hallazgo de restos humanos en su domicilio, los que correspondían a un hombre identificado como Juan Duarte Becerra, de 56 años, quien permanecía desaparecido hace casi dos meses.
El anticuario guardaba el cráneo dentro de un baúl, mientras que el cuerpo estaba enterrado en el patio del local de antigüedades. Los familiares del hombre asesinado eran vecinos del homicida, y cuando vieron por televisión lo que había ocurrido, llegaron hasta la tienda para enterarse de la noticia.
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