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Su madre y hasta los pediatras pensaron que niño tenía leucemia: Solo estaba bebiendo un líquido en exceso

Probablemente, todos hemos escuchado la frase que, para crecer fuertes y sanos, es fundamental tomar varios vasos de leche al día

La leche de vaca se asocia a huesos fuertes y a un buen desarrollo del niño o niña, por lo que suelen darlo los padres y colegios como parte de la alimentación base de los infantes. 

Sin embargo, nada en exceso es bueno. Ese fue el caso de Johnny, hijo de Laura Donovan, una mujer estadounidense que pensó que su hijo tenía leucemia, pero esto resultó ser falso.

"La buena noticia es que su hijo no tiene leucemia"

Laura Donovan relató a Insider que "el pediatra de mi hijo llamó a primera hora de la mañana de un viernes" para contarle que podían descartar que Johnny tenía leucemia

"Durante una revisión reciente, el médico había expresado su gran preocupación por su tez pálida, que yo siempre había atribuido a que vivía en el noroeste del Pacífico y a que era hijo de dos padres muy irlandeses", contó.

Por este motivo le hicieron un recuento sanguíneo completo al niño, cuyos resultados apuntaban a una grave carencia de hierro. Su anemia era tan grave que había desarrollado un soplo cardíaco.

"Me sorprendió que la doctora dijera que había temido secretamente una leucemia, pero así de enfermo parecía Johnny. El culpable, por suerte, no era un cáncer de sangre, sino la leche de vaca", dijo Laura.

"Johnny bebía mucha leche al día"

Luego de descartar la leucemia, el niño recibió dos transfusiones de hierro y empezó a tomar suplementos de este mineral. 

"Johnny nació durante el primer año de la pandemia, por lo que mi estrés fue alto durante un largo periodo. Así que cuando empezó a tomar leche de vaca con un año y nunca quiso mucho más, no intenté corregir su comportamiento. Bebía entre 30 y 40 onzas de leche al día (entre 800 ml a un litro)", aseguró la madre.

Laura explicó que no sabía que el calcio puede suprimir la absorción del hierro. Como su hijo bebía en exceso, cualquier hierro que llegara a su cuerpo no era absorbido. Además, explicó que entre los síntomas estaban su mal humor, mal descanso, crisis constantes y cólicos.

"Pensé que tal vez había empezado a tener los terribles dos años antes de lo previsto, o que se estaba convirtiendo en un niño demasiado mimado, o que él también estaba en el espectro del autismo. Johnny se sentía constantemente como una basura, pero no tenía forma de decírmelo", aseveró.

El infante se recuperó al mes y medio de comenzar el tratamiento.

"Todo el mundo en nuestras vidas observó una mejora inmediata en su disposición. Por primera vez en su pequeña vida, siento que por fin estoy conociendo al verdadero Johnny", cerró la madre.