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Doctora que trabaja con pacientes con tumores cerebrales no reconoció sus propios síntomas y ahora tiene cáncer terminal

¿Qué pasó?

Conmoción ha causado el caso de una doctora, madre de familia, que se ha dedicado durante años a trabajar con pacientes con tumores cerebrales, y que aun así pasó por alto los síntomas de su propio cáncer durante meses antes de recibir un diagnóstico terminal.

El diagnóstico de cáncer

La neurofisioterapeuta escocesa Rosie Croft, de 36 años, recientemente se había convertido en mamá, cuando comenzó a sufrir migrañas y náuseas nocturnas, atribuyendo estos síntomas a la falta de sueño y una posible depresión posparto.

Sin embargo, después de despertarse una mañana y experimentar visión doble, decidió visitar a un oculista, donde le detectaron signos de presión detrás de sus ojos, y tras algunos exámenes, fue diagnosticada con un tumor cerebral glioblastoma (un tipo de cáncer agresivo que se genera en el cerebro o la médula espinal) en etapa tres, tan solo 10 meses después del nacimiento de su hija, Imogen.

"Debí haber reconocido todas las señales"

Al respecto le relató al Daily Record sobre el momento en que recibió su diagnóstico: "Soy neurofisioterapeuta y debería haber reconocido los signos. Me sentí estúpida cuando descubrí lo que me pasaba; pensé que simplemente no podía afrontar a mi bebé".

"Cuando descubrí lo que estaba mal, me pateé a mí misma. Estaba tratando a personas con tumores cerebrales todo el tiempo en el hospital. Debí haber reconocido todas las señales. No podía creer que me estaba pasando a mí, y todavía no se siente real en absoluto", agregó.

Como parte de su tratamiento, la doctora Croft tuvo que ser sometida a una cirugía cerebral de seis horas, pasar un año de quimioterapia y seis semanas de radioterapia. Esto le permitió vivir una vida relativamente normal junto a su hija y su pareja hasta agosto del año pasado, cuando tuvo dos graves convulsiones.

Tras este episodio, lamentablemente, los médicos le detectaron nuevamente un crecimiento del tumor en su cerebro, el cual fue considerado inoperable, por lo que hoy Rosie Croft, se encuentra desconsolada esperando el inevitable día que el cáncer acabe con su vida.

"Pasé cuatro años en los que estuve completamente estable y luego, un día el año pasado, John me encontró con labios azules y mis ojos rodando hacia la parte posterior de mi cráneo. Siempre supe que no sobreviviría el tumor, pero ya casi había comenzado a sentirme esperanzada", detalló, agregando que "le pregunté a uno de los médicos si alguna vez hubo algo así como un milagro en estas situaciones; me detuvo de inmediato y dijo que no".

A pesar de que en los últimos meses, el tumor de la doctora Croft ha debilitado tanto su movilidad, a tal nivel que ahora debe movilizarse en una silla de ruedas, asegura que aceptó su diagnóstico y que su objetivo principal ahora era entregarle a su pequeña hija tantos recuerdos felices como le fuera posible.

Sobre lo anterior, explicó que "estuve realmente deprimida por un tiempo, pero creo que estoy en paz con el hecho de que voy a morir. Imogen ahora tiene siete años; sabe que tengo cáncer, pero no puedo soportar decirle que las cosas han empeorado. Solo quiero asegurarme de que tenga una vida feliz por delante, ese es mi enfoque ahora".

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