"Mirar fue uno de los errores más grandes": Chileno en EEUU recordó el día del atentado a las Torres Gemelas
Este 2021 se cumplieron 20 años de la caída de las Torres Gemelas en Estados Unidos. Sin duda, uno de los atentados terroristas más recordados del nuevo milenio, que marcó a una generación que nunca imaginó vivir un ataque real, y verlo en vivo y en directo.
Millones de personas lo presenciaron por la televisión, pero hubo cientos de miles que lo observaron desde la misma ciudad de Nueva York. Uno de ellos fue un chileno Sidulfo Iribarra, quien en conversación con Meganoticias, recuerda cómo fue ese día que por más lo quiera, no logra salir de su memoria.
Conveniente coincidencia
Sildulfo vive desde el año 1976 en Estados Unidos. Cuenta, sin especificar los motivos, que cuando tenía 19 años se fue al país norteamericano y allá echó raíces definitivas, viniendo de forma esporádica a Chile en diferentes ocasiones.
Vía telefónica, nos cuenta de entrada que “el 11 fue algo extraño para todos”. Él tenía una empresa en ese entonces de transportes, que el mencionado día debía llevar 4 palets de documentos financieros a Cantor Fitzgerald, una empresa ubicada justamente en una de las Torres Gemelas.
Le había dicho a su sobrino mediante una llamada realizada el 10 de septiembre, que junto al chofer de la empresa se encargaran de dicha entrega al otro día, pero de algo le advirtieron ellos. La aguja medidora de aceite no estaba en el motor del camión. Hace algunos días, Sidulfo había llevado al vehículo al taller mecánico y se había quedado allí.
Por lo mismo, el 11 de septiembre recuerda que se levantó temprano a bordo del vehículo con el objetivo de juntarse con su sobrino y entregarle el camión en buenas condiciones. “Fui al taller porque sabía que los cabros tenían que ir a las Torres a entregar. Paso al mecánico de los camiones, que generalmente aquí abren temprano, como a las siete de la mañana porque aquí andan circulando desde esa hora y de casualidad, el tipo nunca llegaba”.
“Me dieron las ocho y recién llegó. Allí me entregó la varilla y me fui a Nueva York para pasarle el camión a mi sobrino. Me empecé a meter al tráfico y cuando estábamos trancados en un taco, me di cuenta del avión chocando y la gente pensó que era un accidente”, confiesa. Fue esa tardanza la que evitó que su familiar subiera hasta el piso 104, en las oficinas de Cantor Fitzgerald a dejar los documentos, y lo salvó de morir en los atentados.
“Mirar fue uno de los errores más grandes que yo hice”
El chileno revela que en la autopista en la que estaba era en altura, “como la Américo Vespucio”, por lo que desde el asiento de su camión pudo ver los dos impactos de las aeronaves que se dieron en un lapso menor a cuarenta minutos.
“Cuando llegamos a la parte de debajo de la plataforma, entrando ya a Nueva York por el túnel Holland, los policías desviaban el tráfico, no dejaban que nadie entrara, solo bomberos y policías, y todo el mundo ya estaba arrancando. Esperé más de una hora en ese punto, y allí un tipo en limusina nos dijo, vamos a tal punto de la ciudad, que era un sector de fábricas, y para allá partimos”, añade.
Desde ese lugar, donde tenían una panorámica privilegiada del World Trade Center, edificio que él conocía y en el que incluso había comido con anterioridad en el restaurante ubicado en el último piso, el acompañante en limusina le entregó unos binoculares y pudo ver en primera persona la desesperación de las personas que se encontraban en los pisos superiores del edificio.
“Nosotros mirábamos del costado, porque se ve del otro lado del río, donde antes había fábricas viejas, al otro lado del Hudson y podías ver todo lo que estaba pasando en el edificio. Cuando cayó y se derrumbó, yo estaba mirando a la gente. El muchacho tenía tres binoculares y mirar fue uno de los errores más grandes que yo hice, se me quedó esa imagen de ver la gente desesperada, yo me acuerdo ver a un caballero que intentaba sacar la cabeza para afuera, a la gente tratando de romper las ventanas y esas estaban hechas para resistir vientos tormentas, las ventanas cuando uno veía las llamas y todo eso, habían explotado por la presión de la explosión, pero no todas y yo veía que había gente que trataba de arrancar”, cuenta con la voz entrecortada.
Las consecuencias del 11/S
Ese día, que marcó el inicio de la recientemente terminada guerra que libró Estados Unidos en Afganistán, le provocó temor a Sidulfo y también lo hizo reflexionar sobre las coincidencias que tiene la vida. Una tardanza en un trámite le salvó la vida a su sobrino y el chofer del camión.
Su oficina de transportes, que se ubicaba en Nueva York, tuvo que cerrar durante una semana, ya que sus trabajadores estaban temerosos, “espirituados, la secretaria, el repartidor, escuchaban una sirena de bomberos y salían arrancando”, sentencia.
Ejemplifica lo anterior con una explosión que hubo a los días después en la ciudad, pero que nada tuvo que ver con un atentado. “En Staten Island explotó uno de los contenedores de petróleo que tienen todas las ciudades por una mala maniobra de los barcos que lo descargan. Explotó el tambor de reserva y todo el mundo arrancaba, llamaban a la gente a la calma, pero todos corrían”, rememora.
“La gente ve las guerras en TV, pero cuando te toca en la realidad, la cosa es otra porque ese es el temor de la gente, les golpeó en la cara”, fustiga, sumando que aún tiene dudas sobre la autoría del ataque, principalmente por la poca confianza que tiene en los políticos y el gobierno estadounidense.
“Todavía la gente dice que hay gato encerrado, que hay algo raro en la situación... Y bueno, quien sabe, algún día se va a saber”, remata Sidulfo, con la esperanza de no volver a vivir nunca más una situación como la narrada anteriormente.
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