¿Tienes hambre o ansiedad? Estas son las diferencias
Lidiar con el “hambre emocional” es ahora más frecuente en momentos en que pasamos todo el día en casa. La ansiedad provoca antojos y la comida puede ser una fuente de consuelo, pero esto trae sobrepeso, malos hábitos y a la larga daños a la salud.
Los seres humanos pueden comer por otras razones que no sean hambre, de allí la necesidad de saber cuándo estamos ante un impulso emocional.
El hambre psicológica o hambre emocional se manifiesta con una urgencia muy fuerte que no responde a un propósito de nutrir el cuerpo, sino que busca distraer o calmar emociones negativas.
En cambio, el hambre física se expresa claramente pasada la hora habitual de las comidas. Se sienten “ruidos en el estómago”.
Esta sensación se puede calmar con cualquier alimento que consumamos, no forma ninguna idea fija como en el caso del hambre emocional, que se enfoca en una golosina, o en cualquier otro producto en específico.
Cuatro o cinco horas después de la última comida, podemos sentir esta sensación de hambre real, pero puede esperar y no genera esa tensión por correr al refrigerador y sacar la torta de chocolate que aparece en la mente si tenemos estrés o ansiedad.
El hambre física termina cuando sentimos saciedad, es decir, podemos elegir si dejamos la mitad del almuerzo.
“No hay sensación de culpa o vergüenza, la persona se da cuenta de que comer alimentos es como respirar oxígeno, es un comportamiento necesario”, explican al medio MasTKD el nutricionista deportivo, Juan David Vélez (nutritkd@hotmail.com) y la psicóloga deportiva, Nataly Goez Cataño, Entrenadora Mental Ex Selección Colombia de Taekwondo.
Como vemos, al tener claras las sensaciones del hambre física, podemos identificar claramente lo que es capaz de hacer es hambre psicológica que ocurre repentinamente, incluso, pocos minutos después de una comida.
Cuando comemos por ansiedad, es muy probable que se produzca una idea fija de lo que queremos comer y saltar a buscarlo. Casi siempre estos impulsos se dirigen hacia las golosinas, el chocolate, comidas chatarra, snacks o helados.
Si no lo tenemos a mano, ese objetivo estará en la mente y no desaparecerá hasta que lo hayamos conseguido. Es muy curioso que el hambre emocional es casi una acción mecánica.
“La alimentación emocional puede sentirse como si la mano de otra persona estuviera sacando el helado y poniéndolo en tu boca (comes automáticamente). Puede que no notes que te has comido una bolsa de galletas (comes distraído)”, dicen los expertos.
En estos casos no hay saciedad. Por mucho que comas, no existe un límite, pero luego de comer de ese modo vendrá una sensación de culpa por lo que consumiste. Lo peor es que la culpa durará poco y el ciclo volverá a repetirse horas después.
Estar atento a estas diferencias, intentar afirmaciones positivas sobre ti mismo, reforzar el autoestima y trabajar nuevas rutinas pueden atacar con mayor eficiencia esta confusa rutina al comer.
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