El terrorismo: hacia un fin de la Historia del Arte
- Por Matías Andújar
⚠ Esta columna contiene imágenes que podrían herir
la sensibilidad de algunas personas.
Hace no mucho tiempo, el Arte necesitaba paz y tranquilidad para su desarrollo.
Aunque tratase sobre la guerra, como en la «Ilíada» de Homero o en «El arte de la guerra» de Sun Tzu, el escritor, en este caso, el artista, no se involucraba en los sucesos narrados. Solo los describía.
Hoy, los Medios —entiéndase TV, las plataformas de alojamiento de videos, como YouTube, etcétera— han surgido como el aparato de elaboración y distribución de imágenes más grandes y poderosos.
¡Evidentemente mucho más efectivo que el Arte de narrar!
Catástrofes, guerra y terror, son los grandes temas de producción masiva. De mayor repercusión y de mayor consumo.
Podríamos hablar incluso de un fenómeno cinematográfico. Pero no ahora.
Un artista, inserto, por voluntad, en las temáticas antes mencionadas —que no son pocos—, ¿cómo podría competir con sus propias manos en esta bisectriz?
Incluso, pensemos: un político, un futbolista, un personaje de la TV o la silueta de una estrella pop, tiene mil veces más apariciones públicas y una pantalla mucho más delineada que cualquier artista vivo. Cuando hablamos de “artista” refirámonos a alguien que es capaz de crear según su propia inspiración.
Incluso un presidente, un general o un terrorista produce más que un artista en término de imágenes.
El artista es el último en la cadena de la modernidad. No hay competencia. No hay rivalidad. Antagonismo.
Es entonces cuando estas figuras, los artífices de los Medios de masas, comienzan a cobrar la figura del artista.
Porque el arte, incluso la incapacidad de éste, desde cierta perspectiva, y desde cierta sensibilidad artística, está presente en todas partes.
Transitemos el caso del «Videoarte».
Los videos de Bin Laden, los videos “mensajes” de las bandas de narcos en México, las grabaciones de advertencias con terroristas encapuchados, son exquisitos casos de Videoarte.
Son artistas del video.
Tienen hasta una estética. Y ahí reside la existencia de un arte.
¿Cómo podría el artista que desea trabajar estas temáticas superar o competir con esto?
Si lo que se desea es retratar violencia, basta una o dos imágenes de las torturas norteamericanas en Abu-Ghraib (Bagdad), para que la figura y el rol del artista contemporáneo quede en el suelo.
Ya pasó el Accionismo Vienés en los 60s. El grupo Flexus, donde el cuerpo es la materia prima. Y hasta Pasolini. Un arte que, sin caer en prejuicios, podemos decir que es absolutamente pervertido. Corrompido. Y esa era su intención. Imágenes pervertidas como objetivo de su producción.
Algunas imágenes están retenidas en la conciencia común.
Y lo rudo es que principalmente los reales artistas contemporáneos, que han querido ser rupturistas, ir más allá de los límites del mismo arte establecido, han quedado chicos.
Al dar el paso al arte contemporáneo, casi todo se ha tratado de atacar la cultura, como su finalidad.
Entonces, el arte, ha tenido una directa relación con la violencia, el terrorismo, la destrucción o la intención de la destrucción.
Una revolución moderna. También, la violencia individual.
Ahí es donde podemos decir que el terrorista ha tomado prestado de la relación del artista con la estrategia del shock. Así ha logrado dar con imágenes de miedo, crueldad.
Conserva la misma estética.
Tiene que haber algo crudo, feo, terrorífico bajo la imagen. Y éstas son las mismas que nos muestran los medios. Lo terriblemente verdadero. La fascinación macabra de la contemplación.
Como si el «Síndrome de Stendhal» no fuese nada.
Un terror invisible.
La mayoría de las veces, el artista recrea la realidad. El terrorista reclama veracidad.
La performance de la guillotina, las decapitaciones públicas. El mundo del arte es muy pequeño comparado con el poder del mercado. Pero la diversidad en el arte es infinitamente mayor que las imágenes presentadas por los Medios. Las que circulan, se convierte en algo tautológico.
El arte primitivo, las formas abstractas, los objetos simples, tienen el mismo valor y reconocimiento que las obras privilegiadamente artísticas.
Hay un elitismo para esto, un bazar, que a la vez, por muchos, es discordantemente criticado por su expresión. Ya sea por su falta de amor a la belleza o por la falta de compromiso político.
El arte moderno como una elevación de las cosas simples. ¿Cómo se valora el estatus de una obra de Arte?
“Arte” no es solo alabar. Es una acusación. Una constatación. Hasta, puede ser una denigración.
Este nuevo Arte, el contemporáneo, valoriza y desvaloriza al mismo tiempo.
Karl Heinz Stockhausen dijo que el ataque a las Torres Gemelas era “la mayor Obra de Arte jamás realizada”. Pero esto no es solo alabanza, también es crítica. Ya que toda obra se compara con otra obra. Las obras de arte dialogan con otras. Es otra de las funciones del arte. La intertextualidad. El guiño.
Es el fin de la Historia del Arte ya que todo objeto y todas las formas, pueden ser, en principio, Obras de Arte.
¿Se pueden extender más los límites del Arte?
¿De qué estamos siendo testigos? ¡De repetidas ondas!
El Museo ya no es el sistema del arte. ¡Son los Medios!
El arte se disputa a sí mismo entre el pasado y el presente. Los Medios son la inmediatez. Pasan a ser pasado en la medida en que queda el registro. Pero no se origina de una relación anterior con otra manifestación, ni dialoga con otra voz.
Es solamente el retorno de lo real.
Leer más de