Estética Drag: ¡No quiero ocupar cosas sencillas!
- Por Matías Andújar
Una vez un travesti me tocó el poto y casi me alcanza con un cadenazo por decirle que se fuera a afeitar.
Las supernovas, nómades mariposas, semi cesantes y maltratados, que se les quiebra el taco, que chillan, con su cartera llena de calzones y de rouges que han recorrido esa cantidad de cuerpos y de amores vacantes, aunque sea de rodillas por cinco minutos con quienes olvidan la miseria por un rato. Pero ellas se la tragan.
Estamos hablando de una sensibilidad estética. Bien distinta. Enjuiciada por casi todos los sectores. Marginal. Una exageración que puede rozar el mal gusto en algunos casos.
Una especie de derivado del Kitsch o intento por serlo. Es difícil de definir. Pero definitivamente tiene directa relación con lo que está «Off», una recuperación y rescate de antiguas tendencias. Específicamente la que se sitúa en los años 20s.
Harta pluma, la boquilla para el cigarrillo, del maquillaje ni hablar, los flecos, brillos, mostacillas, el drama decorativo y corporal, y el vestuario, el vestuario, y el vestuario. Lo estético, en una sola palabra.
Aquí no corre la política ni nada. Es forma más que contenido. No siempre se trata de la belleza, sino del punto extremo del artificio. La exageración de las características sexuales, donde el amaneramiento juega uno de los roles principales. Y, en la carrera, el triunfo es la convertibilidad. Hombre/mujer.
Pero la falta de este contenido, pasa para el lado de persona/cosa. Ahí es donde nos remontamos a los antecedentes de esta cultura.
Se puede decir que el precedente más próximo es la prostitución y el travestismo en los campos militares donde hombres y mujeres iban de visita. De ahí, toman la imitación estética los hombres homosexuales. Del macho man en una primera instancia, con referentes como Hércules.
Pero antes tenemos desde la poesía de los prerrafaelistas para estudiar y observar. Los dibujos de Beardsley, «El Lago De Los Cisnes», La Lupe, el porno, el Yéye, el Art Noveau, Jacopo Pontormo, William Congreve.
Es la exhibición de una experiencia estrafalaria.
Una de las preguntas importantes al respecto sería ¿es esto serio o es frívolo?
Lo cierto —y también bello— es que hay una androginia. Algo así como que lo más hermoso en los hombres es lo femenino y en las mujeres femeninas, algo de masculino.
Hay gusto en las personas, en lo visual, lo emocional, los actos. La inteligencia también es un tipo de gusto. Un gusto por las ideas.
Y también hay un amor a lo no natural. Al artificio. Donde toda la naturaleza se hace pedazos, porque no hay nada orgánico.
Es cuando la forma más refinada del placer sexual consiste en ir contra el propio sexo.
Ahora, es la sensibilidad de un nuevo período histórico. Es una forma de ver el mundo. Está en todas partes. En la ropa, canciones, arquitectura, objetos decorativos, en las películas.
Nos encontramos, en la pantalla, hoy, con «RuPaul» y «Pose» dentro del catálogo. RuPaul es un programa de telerrealidad donde un heterogéneo grupo de Drag Queens compiten por ser la mejor de todas. ¿Quién decide? Un jurado encabezado por RuPaul Andre Charles, una eminencia en el Mundo Drag.
RuPaul's Drag Race nos muestra que la naturalidad es una pose muy difícil de mantener. A ratos, la decadencia de la mentira, como decía Oscar Wilde. Y, mucho, mucho nos muestra cuando da pudor ajeno, cuando el intento visual parece una broma que no funciona. A veces, casi desnudas masas de cemento.
Eso es terrible para el espectador. Es como si, para ellos, no hubiese espejos. Bueno, incluso el trolleo entre ellos mismos es magistral. Son unas perras infernales.
Dan ganas de participar y dar cara. Peinarme, ponerme pinches, tacos, pelucas, probarme ocho vestidos, como Mercutio en el «Romeo + Julieta» de Baz Luhrmann. Y sacar las garras. Esa parte me gusta.
La modernidad de consumo ha hecho de la erótica un producto más. Pero ese doble cuerpo, aceitado, resulta ser un estímulo contra la sexualidad en la pantalla. El supermarket corporal, que a ratos nos hace creer que estamos viviendo una época desprejuiciada.
Se trata de un programa de televisión bastante simple. No hay nada inesperado.
«Pose» es otra cosa. Es mucho más elegante. La ambientación, la iluminación, el vestuario, la textura. Está todo muy cuidado. No es grotesco. Además tiene otra configuración. Está grabada en el formato de miniserie, en calidad cine, es actuada. Como quien dice, una película en capítulos.
¡Entendamos que los drags de RuPaul también entran en un personaje!
«Pose» nos trae un contenido inmenso. Principalmente sobre la marginalidad. La vida de la calle, la miseria del travesti —o no— que se cae, se vuelve a caer, se levanta y se vuelve a caer. Los sueños. El jugo en polvo que se toma para imaginar el sabor de los labios. Los sueños que buscamos. Quienes pelean por ellos. Morderse la rabia.
Tiene una especie de retina sexy. Quizás qué se escribe en esas sábanas.
Es un serie cruda. Como hacer el amor con calcetines.
Hay cero onanismo visual, como en RuPaul.
Nos enseña que nada en la vida es justo. Y no plantea algo que cuesta olvidar: ¿quién se disfraza realmente? ¿El travesti que la ve muy pelua’, día a día, que se atreve a ser quien es o el que tiene un trabajo estable, que lo mantiene sin altos ni bajos, sin riesgos, que tiene el auto, el lavaplatos, las prendas del retail y las juntas con las galletitas y el queso Philadelphia con soya?
¿Quién es el que bajo la máscara trae la basura?
Una última cosa: la nota diez coronada que se saca el actor y bailarín Ryan Jamaal Swain.
«Pose». Se la recomiendo hasta al fan del Metal Extremo. Puede ser una serie con travestis. Pero no para travestis, porque no trata solo eso. La vida no se trata de travestis, se trata de la calle. Del amor y la muerte. Es una serie que te atrae y también te ofende. Un escupo que tiras y uno que te llega.
Porque, ¿dónde termina un cuerpo? ¿Dónde termina una mente?
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Zona tres datos:
1.- «Pose» tiene el elenco LGBTQ más grande de la historia. Fue subtitulada en lenguaje inclusivo. O no sexista.
2.- El término «Drag» viene del inglés “arrastrar”. Su uso fue acuñado en el mundo del Teatro. Como antiguamente no podían actuar mujeres, los hombres que interpretaban estos roles “arrastraban sus vestidos”. Incluso ronda el mito que fue Shakespeare quien lo imprimió.
3.- RuPaul tiene 12 discos musicales como solista. Su primera aparición fue en 1989 de extra como bailarín en el famoso video «Love Shack» de The B-52’s.
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