A propósito del soundtrack de «Yo soy Betty, la fea»
- Por Matías Andújar
No te preocupes si los pantalones tienen rayas o por su corte. Los pantalones son para evitar el frío.
No entres en esa forma de vida. Hay que darle un gran giro, como a un tornillo sin fin en un engranaje sin fin. Está lleno de los que andan por ahí en plan de exhibición. Con jetas estafadoras, no como la tuya o la mía. Yo creía que eran invisibles, pero están en todas partes.
Antes mataban gente por pronunciar mal una palabra. Y siempre han empezado a querer después de decirlo. “Te quiero”.
Resulta difícil comprender las cosas sin confundir. No somos un sindicato, que está al tanto de todo, que no se les escapa nada. Armados hasta los dientes. Niños con armas. Y el sol y la luna también. Todos armados.
¿Lo soltamos todo y nos ponemos a bailar?
Llegará la hora en que no tendremos que estar aguantando. No nos ahogaremos en las lágrimas no lloradas. Tú sabes que dentro de mi garganta nace la palabra «hogar».
Todos aquí ven a Dios de forma distinta, por eso existen tantas bestias en este mundo. Que se caen a pedazos, o completas, como un pájaro de un nido, una teja en un terremoto. O como un cristo en una vieja iglesia.
Esta ciudad llena de cristales en sus anteojos que les hace parecer —o eso creen— importantes hombres de negocios, negocios internacionales, cosa que no me consta, pero sí me consta que le robarían el pan hasta a las palomas.
Gatita, ven, cacemos ratas. A mí también me entra el miedo de las cosas que dicen, de la forma en que las dicen. Hay que volver, volver al corazón. Labios contra labios. Aunque tengamos los bolsillos vacíos. Está el amor y está el dolor. Ven, Gatita. Se me ponen tontos los sesos.
Mi ovillito, mi matinée, la felicidad es andar contigo en el Metro, que apesta como entre los dedos del pie, pero nos gusta cómo suena el torniquete, las altas morenas teñidas, los hombres con olor a cerveza, los nombres sin vida de las estaciones. La felicidad es deambular contigo de la mano y parecer dos tipos que se pasaron de copas. Cuando caminamos sobrios.
Haz tenido tantos nombres que ya no sé cómo tildarlos.
Lo cierto es que esta ciudad tiene tu nombre en todas las esquinas.
Esta ciudad que ya nos difumina y va cumpliendo lo que prometía. Y yo que daba un dedo, con hacha y todo a que a nosotros no nos ganaría. Mi fábula de no querer.
En las leyendas todo se hace tres veces. Así es como me cacheteas, me cacheteas, me cacheteas. Y te respondo te amo, te amo, te amo.
El final trágico es evitable. El corazón roto es evitable. Es tan fácil como para la grúa levantar tres toneladas.
Con otro traje no hubiese conocido el dolor. La cura para el dolor está en el dolor.
Me duele vivir por dentro y no hablar con la mirada. Ya no estoy seguro si la trizadura está en los objetos o en el ojo.
Y alucino, porque todo lo que pienso es mentira.
Si soy sentimental, es porque existo en serio. Te ríes y no quieres saber nada. Mi revolución sigue su curso. Si no vas a venir conmigo, al menos déjame la perrita.
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Zona tres datos:
1.- Hay unas que se creen muy bonitas y son más feas que pisar caca a pata pelada.
2.- Gracias, Betty, por enseñarnos que ser diferente es lo mejor del mundo.
3.- Creo que estoy enamorado de don Armando.
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