Guasón: la vida es más fácil, la gente está más loca
- Por Matías Andújar
Todos quieren ver esta película. Me incluí. Ya me saqué el empacho. Nada de ¡POW! ¡BAM! ¡KAPOW!, como expresaban los comics de Batman. Cero ¡WOW!, como decimos ahora.
Batman, si no es el mejor, es uno de los mejores argumentos al interior de los superhéroes. Y esto se construye gracias a sus antagonistas. Los villanos. Y dentro del «Universo Batman» el Guasón está entre los más notables y carismáticos. Dos seres humanos, completamente materiales, sin poderes de otra galaxia, piedras ancestrales, no vuelan, no les rebotan las balas en la cara, no mutan, no abren portales ni controlan cosas con la mente. De hecho, podrían ser hermanitos de leche. Ambos operan desde la frustración. Uno, según lo que está “bien”, pero no desde la norma, otro, según lo que está “mal”, fuera de toda norma también. Pueden destruir toda Ciudad Gótica en una de las tantas persecuciones y nada importa. Ambos llevan luto por su vida. Los dos se cubren el rostro. Se esconden. Pretenden ser otro.
Las obras, las manifestaciones artísticas —artes escénicas, literatura, música, artes plásticas— deben presentarnos un “conflicto”, que se define como: dos fuerzas que se oponen entre lo real y lo deseado. Para que exista un conflicto deben haber acciones que conforman actos, y las acciones pueden ir desde una palabra hasta un asesinato. Existe la “palabra gatillante” y la “acción gatillante”. Se entiende. Pero está también el objetivo, el superobjetivo, la tridimensionalidad del personaje, la frase sustantiva, etc. Es lo mismo que hablar de personajes principales y secundarios, pero con unas capas más. Lo más importante, es el texto y el subtexto. Desconocer eso, que lo aplicas en tu vida, día a día, no tiene perdón de diosito, que te ama.
Si viste «El club de la pelea», este Esquema Actancial te puede servir para siempre.
Aquí, golpeados amigos, en una película de dos horas de duración, nos fumamos la primera hora sin ningún gatillante. Sin ninguna acción gatillante. Hay una mera exposición del personaje. Nos muestra su origen.
Está bien, es una precuela, y evidentemente la información es muy valiosa, pero para retratarnos al que hacía de payaso para ganarse la vida, al que le hacían falta las pastillas para suplir el desequilibrio químico que padecía, del que se reían, al que agarraban a paipazos, el que vivía con su mamá, el que no tuvo mina ni mino, no entiendo, no veo el objetivo de tomarse tanto tiempo. No es una trilogía, ni va a dar para eso tampoco, porque, irrisoriamente, en los últimos 15 minutos de película te cuentan y te acotan toda la historia y vida del personaje. Lo vemos bailar al ritmo cadencioso de la putrefacción. Volvemos al punto cero, el que todos conocemos, pero todo lo que pasó antes de esos 15 minutos, no es un diccionario, una bitácora de nada. No nos sirve la información. Es algo neutro, pálido, como su maquillaje.
Un tipo medio raro que se agota que lo pasen a llevar, le dejan una pistola, le da su minuto de furia, y zaz, le mete los primeros balazos a otros gallos que estaban hostigando a una ordenada mujer en el metro. Es como de kermesse de colegio la cuestión. Le podrían haber dado una vuelta, un giro, algo. No hay que ser un genio. La actuación, la fotografía, la textura de la película son increíbles. Lo digo ahora, al toque, para que no me digan que soy un pajarón, de buenas a primeras.
Se deja entrever, se desprende, el complejo de vivir con su madre, su rollo antisistémico, los problemas y trabas sociales, el resentimiento, un sistema que lo rechaza y lo hiere, pero no profundiza en ninguna. Estos temas pasan colados. Cuando hay como 50 mundos para explorar. Eso es lo que encuentro artísticamente inoportuno. Si vamos a hablar de los ricos, pongamos en cuestión porqué lo ricos le tienen miedo a los pobres, si el Papa y la Iglesia son ricos, claro, les resulta super fácil decir "hay que amar a los pobres", si vamos a hablar de los modelos, fijémonos en cómo los hombres se compran los Dockers, para darse un nivel, o qué simbolizan los Capri, cuánto gastan en la peluquería queriendo ser rubias. Nada se dice. Apenas de desliza. Y se supone que de ahí nace.
Aparece, como personaje, Thomas Wayne. No lo utilizan. Aparece el asesinato de los padres de Bruce, tampoco lo utilizan. Podría aparecer el mismísimo John Wayne y tampoco lo utilizarían.
Es más, su enfermedad, la patología que le causa ataques de risas involuntarios, llega al cansancio. Tenemos al buen Joaquin Phoenix riéndose, con gesto actoral magistral, literalmente toda la película. Una cosa es que lo haga bien. Otra cosa es que lo haga durante dos horas, cada cinco minutos. Se agota el recurso. Hay fatiga de material. La muletilla llega a la sobre actuación. Pero eso es una desición del director. Como cuando a Chewbacca le daba por gritar y gritar y uno quería que puro se callara un rato ese pedazo de alfombra. Algo similar. Nunca un Guasón se había reído tanto.
(Este es un caso real. Phoenix se basó en videos de personas que padecen esta enfermedad para realizar la observación de la realidad).
Mucho he escuchado que Heath Ledger dejó la vara alta. Pero es una suma de elementos. Su personaje y su actuación se ubican dentro de un marco. Aquí vemos al personaje enfrentarse a sí mismo. No podemos darle crédito ni analizar otros actores ni personajes. Porque no los hay. Si hicieran la obra de teatro, basada en este guión, sería un monólogo, perfectamente.
A Joaquin no le quedan las varas altas. Tiene una carga —y también un ángel— fuertísimo. Le enciendes un foco y no es que algo se encienda. Irradia. Cobra un precio desmesurado. Cuando mira, cuando fija su mirada, con intención, pareciera que puede llorar sangre. Hay una gran diferencia, y esto es importante: el Guasón de Ledger no abandona nunca el maquillaje. Phoenix lo hace a rostro descubierto. Mérito. El maquillaje de Ledger es casi una máscara. Poco me importa que se encerró un mes, a solas en una habitación para ir a la investigación física y emocional del personaje. Phoenix parece no necesitar nada. Joey Tribbiani iba con un alfiler a las audiciones. Así se pinchaba y le salía un gesto o una lágrima.
Le agregamos que es un actor inquieto. Se nota que propone, que no se queda en la indicación del director. Si le piden que, de espaldas a la cámara, rompa sus zapatos, el tipo te gesticula y articula cada uno de los músculos que una espalda puede tener. Desgarra su espalda. Actúa con ella. Aprovecha y se nutre de todo. Se echa al hombro cualquier chancho. Si tiene que darse un cabezazo, se lo da, no “hace como” que se lo da.
Hace rato que no veía a alguien actuar. Actuar de actuar, no actuar de actuar. Se agradece mucho.
Antaño, la audiencia odiaba a este personaje. Recordemos que apareció por primera vez en 1940. Ahora, entrando al detalle, analizándolo, ya algunos lo comienzan a adorar. Ya no es el loco, el insano que toca una sola tecla, ahora lo intentan insertar en la sociedad. Un Guasón está a la vuelta de la esquina.
Hace rato lo vienen mostrando como este ser insano que pareciera tener hoyos en el cerebro. No estoy tan seguro. Hay distintas explicaciones como guasones hay. Pero después de el de Nicholson, la entretenida figura de “Mr. J” ha comenzado a perfilarse como la de un narcisista, megalómano e hipomaníaco. Nihilista. Depresivo. Si el Guasón tiene depresión, Batman también.
Bruce Wayne se preocupa más que otro poco de su imagen. Igual que Batman. Al Guasón no le preocupa nada de esto. ¿Quién es el narcisista?
Los dos tienen patologías mentales, pero patologías diferentes. Ambos tienen un fuerte trastorno esquizotípico, donde hay varios sí mismos. Alter egos. Se castigan. Pero uno tiene una locura desatada. La de el otro es una locura contenida. Es más patológico andar en la oscuridad, saltando de edificio en edificio, construyéndose baticuevas, batimóviles, batimotos, batitrajes, batiarmas y creerse un salvador, o intentar serlo, que iniciar una carrera de comediante, que se te muera tu esposa embarazada y después te caigas a una piscina de ácido y quedes desfigurado. Esa es la historia original del Guasón. Después de esto, es más comprensible la pérdida de sentido, que no haya propósito alguno. Hasta Batman quiere ser su amigo.
Estamos a un paso de la locura. Todos tenemos una máscara. El ser humano es un ser intrínsicamente malo. El “bien” y el “mal” son conceptos históricos. Y abstractos. Nadie crece sabiendo lo que está bien o mal. ¿Quién está realmente cuerdo?
El Guasón nunca quiso ser. Y ahí está. Ya no se quiere ir. Triste. Triste. Triste. Su cabeza como una joroba. Ya no la soporta.
Algunos necesitan mucho para sentirse feliz. Vivimos en un comic.
Ser malo es más divertido, en las películas. En la vida, los malos siempre ganan, pero en las películas nunca lo hacen. Es raro ese fenómeno fílmico. ¿Qué intentan retratar?
Si hubiese sido otro actor, esta película sería un paréntesis muy pequeño, un guiño nimio al Universo DC, como las «Historias de Star Wars» donde actúa Diego Luna. Y que hasta él mismo se sintió decepcionado.
Quizás yo estoy mal. Viendo otras cosas. Pasa. En el cine y en la vida.
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Zona tres datos:
1.- Para ocultar el proceso de grabación, el director Todd Phillips, se refería a su película como «Romeo». Se rumoreaba fuertemente que el Joker iba a ser interpretado por Leonardo DiCaprio.
2.- Heath Ledger y Joaquin Phoenix era super amigos.
3.- Todd Phillips es el director de la hilarante y chascarrótica trilogía «Qué pasó ayer» (The Hangover).
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