Sin Glasear: La hilarante y absurda historia detrás de las Pop-tarts bajo la dirección de Jerry Seinfeld

Todos los años, todos los meses, cada cierto tiempo se estrena una nueva película biográfica. El llamado género biopic se ha tomado las producciones durante los últimos años. "Bohemian Rhapsody", "Elvis", "Priscilla", "Bob Marley: La Leyenda" y "Back to Black" son parte de la nueva obsesión hollywoodense. Imprecisas películas, alejadas de toda exactitud histórica que cuenta cierta parte de la vida de un conocido músico.

El baúl de las ideas no era muy profundo, por lo que no tardaron en extender el género y empezar a contar la historia de la creación de objetos. Tetris, BlackBerry o Flamin' Hot contaban la invención de juegos, teléfonos o Cheetos picantes, dando total libertad a la deformación de la realidad con tal de que la historia sea más entretenida. Todas estas películas con resultados dispares.

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En esta sobrecarga de estrenos, Netflix lanzó "Sin Glasear", la primera película como director de Jerry Seinfeld. Un estreno que ha pasado inadvertido y ha recibido críticas mixtas, pero que vale la pena poner atención. La historia cuenta el origen de las Pop-tarts, las tartas prehorneadas creadas por Kellogg's en 1963, pero desde una visión paródica y absurda.

Heredera del género paródico de Abbott y Costello, Mel Brooks y el de David Zucker, Seinfeld decide burlarse de los biopic con una comedia absurda y ridícula, tomando los clichés del género y llevándolos a la imprecisión histórica y al sinsentido.

Antes de la interrupción de las películas paródicas tipo “No es otra tonta película?”, reinó la parodia absurda. Aquella que se cimienta en Young Frankenstein y ¿Dónde está el Piloto? y que tiene al absurdo como pilar fundamental. La gracia no es solo que lo improbable pase, sino que lo improbable es probable en el mundo de la ficción. Los personajes no se cuestionan las constantes incoherencias fundamentales.

En "Sin Glaciar" se repite la fórmula: desde una guerra total entre compañías de cereales hasta un funeral de estado con el Tigre Tony y Sam el Tucán, un evidente ex nazi radicado en Estados Unidos que hace cereales, o un complejo entramado de mafias relacionadas con los lecheros. Nada parece levantar sospechas en el mundo de "Sin Glaciar," por más ilógico que sea a todas luces.

Y es esa imprecisión histórica (incluyendo el asesinato de JFK) la que desnuda los males de los biopics. La exageración u omisión de momentos en la vida del protagonista en detrimento de una historia más cinematográfica. La imprecisión como un chiste.

El debut en la dirección de Jerry Seinfeld viene con el sello del gran éxito del actor estadounidense. Seinfeld es una de las sitcom más importantes de la historia de la televisión y precisamente abrazaba ese absurdo (no a tal nivel). A diferencia de sus contemporáneas (Sobre todo Friends), Seinfeld abordaba la amistad desde la más sincera crudeza. Jerry, George, Elaine y Kramer eran personas con múltiples defectos, mas no aprendieron de sus errores, seguían siendo malas personas, no hay una evolución personal, no hay un relato fabulesco.

Pese a no presentar una evolución moral, nos terminamos encariñando con los personajes porque eran vulnerables e incorrectos, como nosotros, como los espectadores. En este apartado falla estrepitosamente "Sin Glasear". No hay ningún personaje que resulte profundamente interesante.

Nos vemos obligados a acompañar a estos personajes en su aventura; no nos bajamos porque es una historia entretenida, pero no logramos crear un lazo significativo con ningún personaje. No hay énfasis en sus conflictos o en entender qué está en juego. Curiosamente, el personaje, casi terciario, de Hugh Grant presenta el mejor arco y el conflicto más profundo, lo que da pie a uno de los mejores chistes de la película.

Rodeada de referencias y guiños a otras producciones (con uno de los mejores cameos del último tiempo), Sin Glasear se esconde entre un algoritmo diabólico que escupe en tu pantalla la inmirable Atlas de JLO antes del debut de uno de los mejores comediantes de los 90. Con sus errores, Sin Glasear es una sobresaliente película para esas tardes de domingo.