Comentario de la película chilena Los Colonos: Un western en toda la expresión de su palabra
- Por Esteban Beaumont
Existe una idea, errónea, de que el cine chileno solo se mueve pendularmente entre la dictadura y comedias subidas de tono. Puede que se esté fallando en la difusión del cine chileno, que son pocas las salas que alojan producciones nacionales. Puede que sea un síntoma social de querer mirar hacia afuera, como si el dicho “si es chileno es bueno” jamás haya existido. Tal vez arrastramos aún (al igual que el continente) esos años de censura y arte a medias. De vez en cuando recordamos que el talento existe, como las dos nominaciones al Oscar de La Memoria Infinita y El Conde.
Sacar un proyecto independiente adelante en Chile es una epopeya digna de esas historias antiguas griegas. El cine de los Maite Alberdi, Pablo Larrain o los de Sebastián Silva se han ganado su espacio y su libertad autoral. Pero hacerse un espacio para una ópera prima en pantalla gigante es muy complejo. Eso hizo Felipe Gálvez, y qué manera de hacerlo.
Los Colonos es un western en toda la expresión de su palabra. Toma la influencia de la escuela de Sergio Leone y John Ford para crear una serie de imágenes hermosas que realzan la patagonia chilena. En 1901, en Tierra del Fuego, un magnate dueño de los grandes parajes ordena a un exsoldado britanico, un mercenario estadounidense y un indigena chileno abrir un paso al Atlántico para sus ovejas. De paso, tienen la misión de exterminar a todos los pueblos originarios que se le crucen en el camino.
Gálvez rescata un negro capitulo de la historia de Chile, pasado por alto en la gran pantalla, el exterminio de los Selk’nam. De hecho, el protagonista britanico es Alexander Maclennan, reconocido exterminador de onas, llamado el “Chancho Colorado”, uno de los más temibles cazadores. Interpretado por Mark Stanley, quién es acompañado por Camilo Arancibia y Benjamín Westfall.
Los Colonos aprovecha cada paraje del sur de Chile para crear una galería de imágenes sublimes. Un retrato hermoso de verdes cerros y transparentes ríos. Una postal bella que se contrapone con una crudeza y dureza argumental impactante. La película se esconde en su belleza como un feroz depredador que aguarda a su presa tras verdes arbustos. Disfrazados con relucientes ropas militares, con garras afiladas y colmillos venenosos, Los Colonos se lanzan sobre el público clavando sus dientes en lo más profundo del entendimiento.
No es solo la suciedad del western (el unico género que acepta suciedad como cumplido) si no que es la crueldad con que se presenta el genocidio de los Onas, es la ambibalencia de un indigena atrapado entre dos mundos, siendo obligado a enfrentarse a los suyos, de repetir la historia. Es la cadena de dominación colonizadora, que no solo queda en la lógica europea-americana, si no que termina siendo un arrastre de rencillas y xenofobias históricas.
Los Colonos evoluciona como un western para reordenar su tercer acto en una faceta más íntima. Años después visitamos a los protagonistas para entender cómo pesan los actos. Gálvez se arriesga a arrebatarnos un tercer acto de acción, tiroteos o disparos a caballo para entrar en una casa y entregarle las armas a un monólogo que termina siendo más letal que el propio Clint Eastwood. La película no nos muestra la matanza de Onas, nos la cuenta a través de uno de sus percutores.
Al momento me pareció una mala idea sacar el pie del acelerador tan rápido. La estética impredecible y salvaje que llevaba la película se ve de golpe cortada para dar paso a conversaciones de salón. Pero cuando comienza el diálogo y la piel de gallina se toma mis brazos, entendí que no vemos la matanza porque no hay mayor horror que escucharla. No existe imagen capaz de hacernos dimensionar lo que se vivió en Tierra del Fuego a principios de siglo. Gálvez no puede replicar esos horrores, por lo que nos cuenta los horrores, nos hace a nosotros imaginarlos.
No seamos injustos con el cine chileno. Los Colonos fue la elegida por la Academia chilena para afrontar la carrera de los Oscar, quedó fuera de los shortlist de Mejor Película Extranjera y el reclamo no demoró en llegar. “Un condoro enorme lo de la Academia local” se leía en la red social X, argumentando que La Memoria Infinita y El Conde eran mejores representantes para la categoría y puede ser, pero eso no significa que Los Colonos haya sido un mal representante. La película de Gálvez se tuvo que haber metido, al menos, en el shortlist. Condoro fue el de Francia que postuló a The Taste of Things teniendo a Anatomy of a Fall. Pero calificar de condoro el apoyo a la excelente Los Colonos es un despropósito, considerando que filmar en Chile es un milagro.
Leer más de