La Caída de la Casa Usher: El imperdible de este Halloween
- Por Esteban Beaumont
Venir a descubrir la figura de Edgar Allan Poe a esta altura es estéril. Ya sea mediante su estudiada obra, mediante las películas de Roger Corman o los paródicos episodios de Los Simpsons. De alguna forma, el tenebroso y enigmático autor se instaló en la cultura popular. Si no es el cine, Gustavo Cerati lo hizo con su canción Corazón Delator, ni hablar del disco completo de The Alan Parsons Project. No hay por dónde Edgar Allan Poe no se haya instalado en la cultura popular.
Con una obra cumbre tan reconocible, no es raro suponer que alguien pensaría en una especial de universo conectado, donde sus diversas historias y personajes converjan en una historia repleta de referencias y sentido de la uniformidad. Una especie de Universo Compartido de Edgar Allan Poe. Menos mal esa idea cayó en manos de un autor con sello y estilo. Mike Flanagan viene construyéndose como autor de élite desde hace mucho tiempo.
Nacido en Salem (como una especie de disposición divina a dedicarse al terror) el director hizo una carrera en el cine hasta su contratación por parte de Netflix. Ahí creó series que no demoraron en posicionarse entre lo más destacado del catálogo de la plataforma. La Maldición de Hill House, la Maldición de Bly Manor y Misa de Medianoche son un imperdible para todo aquel que tiemble con el género del terror.
Como una especie de Last Dance, Flanagan se despide de Netflix para aterrizar en Amazon Prime (como si un fichaje futbolístico se tratara). Su última producción es La Caída de la Casa Usher, una serie que es, por sobre todas las cosas, un homenaje fragmentado de la obra de Edgar Allan Poe.
La historia toma el título del cuento de 1839, además de sus protagonistas. Los hermanos Roderick y Madeline, son la última parte de un legado familiar que se cae a pedazos metafóricamente y físicamente. A diferencia del cuento, en la serie vemos a estos hermanos como los líderes de un legado familiar que arrastra a su descendencia a esa caída.
Como una especie de Succession a la inversa, los Usher son un potentado conglomerado farmacéutico familiar que ve cómo cada uno de sus herederos mueren en extrañas circunstancias. ¡Para! Estás escupiendo spoilers. Todo esto ocupa los primeros 5 minutos de serie. La aventura ahora será descubrir, mediante una serie de flashback, cómo murieron los hijos de Roderick y cómo los Usher cosecharon su fortuna abismal.
Cada capítulo funciona (y lleva el nombre) de una obra emblemática. Pero el engranaje terrorífico no se limita a bautizar un capítulo con Los Crímenes de la Calle Morgue. Hay un entramado mayor, como la figura espectral de Verna que atormenta la vida de los Usher, cuyo nombre no es más que un anagrama de Raven, uno de los cuentos más notables de Poe. Así, la idea inevitable de la muerte representada en la Máscara de la Muerte Roja, la constante y tortuosa amenaza de un latente corazón o la figura amenazante de un gato, son recursos constantes que se van sembrando por toda la serie.
Es entonces, La Caída de la Casa Usher, un festín obsceno para los fanáticos de la pluma de Poe. Pero es también una historia de drama familiar. Flanagan nos tiene acostumbrados a manejar el trauma familiar de manera sublime, lo vimos en La Maldición de Hill House desde el punto de vista del primogénito y lo vemos ahora desde el punto de vista paternal.
Y es que Flanagan hace terror, pero hace un terror tan dramático que por momentos sus obras son una constante revisión a lo más profundo del ser humano. A sus ideas de vida y muerte, a sus fantasmas y sus penas. No es algo que nos sorprenda, Flanagan puede moverse como un péndulo mortal entre el llanto y el terror.
Pero lo que sí sorprende es la idea de un Flanagan satírico, como lo fue Edgar Allan Poe. La Caída de la Casa Usher se convierte por momentos en una punzada al mundo actual. Tomando sus vicios y encarnándose en los dueños de una farmacéutica que no les tiembla el pulso para vender droga con forma de remedios. Pero sería sencillo quedarse ahí, en una superficial crítica al consumo masivo, pero Flanagan también acierta sus dardos en múltiples temas sociales. Feminismo, lucha de clases, consumo, inteligencia artificial, hipocresía, todo con el lúgubre tono de la muerte en forma de cuervo.
La noción de que lo social y lo político es un horror puro, más tenebroso que los fantasmas. Finalmente, son los mismos personajes humanos quienes se terminan por arrastrar a la perdición, y de paso, a su fin. Edgar Allan Poe no habla de fantasmas y monstruos, habla de codicia.