Comentario de cine: Oppenheimer, la película atómica nueva de Nolan

Con el detonador en mano, entramos a la sala de cine para ver Oppenheimer, uno de los estrenos más esperados del año. Christopher Nolan prepara su película más ambiciosa y gigantesca hasta ahora, contando la historia del padre de la bomba atómica y, de paso, lograr lo que parece imposible este año: llevar a la gente de vuelta al cine.

Nolan siempre fue un director masivo, y pese a eso, ha tratado de mantener los mismos pilares temáticos en su cine. Decimos "pese a eso" porque generalmente el cine de autor, aquel que permite a su director soltarse de las amarras de las corporaciones y contar su historia como quiera, se considera ajeno al llamado cine blockbuster. Esta idea persiste, a pesar de que Nolan, con sus virtudes y defectos, ha mantenido el tiempo como uno de sus temas recurrentes.

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Pareciera entonces que Oppenheimer llega a ser la culminación de todas las películas del director norteamericano. Como si Memento, Interestellar, Dunkerque y Tenet fueran una secuencia de ensayos del Proyecto Manhattan para crear la película atómica final. Oppenheimer es una masividad de elementos que se conjuga en la película más completa de Nolan.

Lo que es un biopic de uno de los hombres más importantes de la historia se convierte en un drama terrorífico cuando nos arrastramos junto con un Oppenheimer interpretado de manera sublime por Cillian Murphy hacia un barranco de perdición y de una conciencia que carcome el alma. ¿Qué queda después de crear el arma de destrucción masiva definitiva? No mucho, solo una derrota total a la idea social del bien y el mal. Del absurdo de la guerra a las responsabilidades por actos hasta cierto punto ajenos.

Y es aquí donde la película es más interesante, en la degradación de Oppenheimer como ser humano y su búsqueda agotadora del perdón propio. Nolan logra manejar una compleja máquina de perfección técnica que ordena el ambiente, la música y la puesta de cámara para asfixiar al espectador con un ritmo frenético. Todo lo que involucra los juicios contra J. Robert Oppenheimer constituye una de las grandes escenas del año.

El nulo uso de CGI en la explosión de la prueba de la bomba atómica se agradece, ya que la escena se posiciona como uno de los momentos más sublimes en la filmografía de Nolan, un espectáculo visual y tenso, tan grandilocuente como suena.

Oppenheimer es un desfile de grandes actrices y actores, donde son pocos los que brillan. Además de un atormentado Murphy, una contenida Emily Blunt, un sublime Robert Downey Jr. y un sorprendente Jason Clarke, el resto de las grandes figuras parecen perderse en una pantalla abarrotada de caras conocidas. Es el problema cuando tienes grandes actores para tus papeles secundarios y terciarios.

Y es que Nolan nunca ha sido un gran guionista, pero en esta película demuestra un crecimiento considerable, aunque a veces cae en ese conjunto de palabras complejas para parecer profundo. Lo mejor del guión es cuando el texto es directo y crudo. Otra cosa que Nolan no parece hacer bien es dirigir personajes femeninos. Y si bien el personaje de Emily Blunt es maravilloso, el de Florence Pugh queda en la cuerda floja. Principalmente por la primera escena de sexo (la primera en la filmografía de Nolan) que no encaja en absoluto. Parece que filmar una escena de intimidad es más complejo de lo que parece.

Oppenheimer no es ni cerca una obra maestra. Pero, ¿qué película de hoy lo es? En un mundo donde abundan los calificativos grandilocuentes, las películas realmente consideradas obras maestras se quedan sin adjetivos a su nivel. Independientemente de la discusión semántica, la verdad es que Oppenheimer no necesita ser un milagro del séptimo arte.

Oppenheimer es esa película donde sus virtudes opacan sus errores, donde la fortaleza de su apartado técnico, sus actuaciones protagónicas y su capacidad para mantener la tensión por más de tres horas, bastan para consolidarla como uno de los grandes blockbusters de los últimos años. Nolan seguirá siendo un creador de cine de autor, incluso trabajando para Universal.

Oppenheimer, por su parte, debería llenar las casillas de nominaciones y envejecer de gran manera, como uno de los mejores biopics del cine moderno y como una de las películas que entrará al canon del gran cine estadounidense del siglo XXI. Apretamos el detonador en la sala de cine y el resultado fue una experiencia atómica.

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