La historia de Emile Dubois, el "Robin Hood" chileno: De ser asesino en serie a convertirse en un "santo" del pueblo
A las 22:30 horas de este sábado 12 de octubre se estrenó el tercer capítulo de "Viaje a lo Insólito", el programa de Mega que relata historias chilenas para no creer. En esta oportunidad, además del "Roswell chileno", los televidentes conocerán a Emile Dubois, el primer asesino serial de Chile.
Muchos lo conocen como "Robin Hood", porque supuestamente les robaba a los ricos que asesinaba y repartía las riquezas entre los más pobres, tal como lo hacía el personaje de ficción.
Este hombre de nacionalidad francesa es altamente venerado en Valparaíso, ciudad en la que vivió sus últimos años antes de ser fusilado por orden de la otrora justicia chilena. En la Ciudad Puerto lo consideran un "santo" del pueblo, aunque está lejos de recibir ese título por su temible historial.
Dubois: hombre de mitos
Existen varias teorías en torno a la figura del europeo. Primero, se dice que su nombre real era Louis Brihier Lacroix y que desempeñaba varios roles antes de su llegada a Chile: obrero en una mina, actor y artista. Habría participado en movimientos revolucionarios en Ecuador y Colombia, y fue acusado del homicidio de un ingeniero en Bolivia.
LO ÚLTIMOHuyó de la policía boliviana y recaló en Santiago, siendo protagonista de un nuevo rumor: supuestamente era un espía enviado por Francia a proteger los intereses nacionales para la construcción de lo que hoy se conoce como Canal de Panamá.
Seguramente, para despistar las sospechas, utilizó varios nombres: Emilio Morales, Emile Murraley y el más famoso, Emile Dubois. Pese a sus antecedentes, la clase y el estilo europeo con el que vestía no provocaba temor.
Sus víctimas: todos europeos millonarios
El francés Ernesto Lafontaine
En la Región Metropolitana, su primer crimen lo cometió un 7 de marzo de 1905. Su víctima fue Ernesto Lafontaine, nada más ni nada menos que el primer alcalde de la naciente comuna de Providencia.
El también francés era un comerciante que tenía su oficina en pleno Santiago Centro, en lo que hoy es el Edificio España. Dubois lo conocía desde hace poco, se hizo pasar por un ingeniero para pedirle consejos, pero la verdadera intención era recorrer el espacio en el que iba a cometer el homicidio.
Aquel día, cuando el contador estaba solo en su despacho, Emile salió desde las sombras y arremetió contra él, golpeándolo con un palo e introduciendo una daga en su corazón. Antes de retirarse, se llevó el dinero de su víctima y un lujoso reloj.
El británico Reinaldo Tillmanns
Seis meses después, sus nuevos aires estaban en Valparaíso. Su segundo asesinato fue más prolijo que el anterior, pero menos fructífero. En la intersección de las calles Blanco y Almirante Montt había un centro comercial en el que trabajaba el británico Reinaldo Tillmanns.
El 4 de septiembre, tras seguirlo de noche hasta su almacén, lo apuñaló por la espalda y en el pecho. Fue a la oficina del comerciante, esperando encontrar el dinero de las ventas del día; sin embargo, apenas encontró monedas. Dubois nunca imaginó que la hija de Tillmanns se llevaba las ganancias más temprano.
La prensa de aquellos años informó que el crimen fue sin motivos, pero el francés tenía sus razones. Valparaíso estaba sumido en una agitación social tras la huelga portuaria de 1903, reprimida de manera sangrienta. El británico pertenecía a una minoría que disfrutaba de su poder económico, mientras el resto de los porteños estaban en la miseria.
El alemán Gustavo Titius
Es con Gustavo Titius que nace el mito de que Emile Dubois es un "Robin Hood", no necesariamente por repartir las ganancias. Resulta que el alemán vivía en calle Cochrane de Valparaíso y ejercía como prestamista; es decir, otorgaba créditos a los pobladores y luego se los cobraba con altos intereses.
Con la experiencia de sus dos anteriores homicidios, tomó todos los resguardos. El 4 de octubre de 1905, Titius recibió un certero golpe en su cabeza y una daga directa a su corazón, desangrándose en su oficina. El francés se fue directo a la caja fuerte y esta vez sí tuvo éxito: halló dinero en efectivo y joyas.
A diferencia de lo que hizo con Lafontaine y Tillmanns, participó en el funeral de su más reciente víctima. Tanto fue su descaro, que se acercó a la viuda de Gustavo, expresándole sus "sinceras" condolencias.
El francés Isidoro Challe
Cada uno de los crímenes de Dubois tiene un elemento diferenciador y el de Isidoro Challe no es la excepción. Si los anteriores fueron por un sentimiento de justicia social, el del prestamista de 63 años fue por venganza.
Días antes del asesinato, Emile fue donde el francés para venderle supuestas acciones mineras, recibiendo burlas como respuesta. No quedó indiferente y el 4 de abril de 1906 nuevamente lo fue a visitar en Pasaje Ludford. Bajo la sombra de una luminaria que destruyó para esconderse, lo interceptó y le quitó la vida; la esposa de Challe vio el crimen, gritándole "¡asesino!" mientras huía.
La quinta víctima que se salvó de la muerte
Dubois ya era un asesino en serie y en junio de 1906 iba por su quinta víctima: el inglés Charles Davies, que tenía su despacho en Plaza Aníbal Pinto. Similar a lo que venía haciendo, estudió cada uno de los pasos que debía seguir para robar objetos de valor, pero falló al confiarse de que el odontólogo no estaba.
Su idea era esperarlo dentro del edificio, entre las sombras de la entrada. Sacó su ganzúa y forzó la puerta, pero hizo tanto ruido que el dentista escuchó que alguien intentaba ingresar. Cuando bajó a ver lo que sucedía, se encontró cara a cara con el homicida.
Protagonizaron una pelea en la que Emile se vio obligado a escapar, siendo perseguido por el británico y testigos del incidente. Cuando giró por calle Melgarejo, en la planada había una congregación a favor del entonces candidato y futuro Presidente, Pedro Montt, siendo capturado por los participantes.
"¡Apunten bien al corazón!"
El francés puso resistencia en su detención: "No soy un delincuente para subirme a esta jaula, soy un caballero. Tendrán que pedirme disculpas. La policía no debería detener a un caballero para entretener al populacho, sino detener al populacho que no respeta a un caballero", manifestó, según un archivo de El Mercurio de Valparaíso.
Pese a alegar su inocencia, la policía allanó su casa y encontró no solo el palo con que hería a sus víctimas, sino también las joyas que les robaba, como el reloj de Lafontaine que obtuvo tras su crimen en Santiago.
El terremoto de Valparaíso en 1906 lo vivió detrás de las rejas, presenciando la fuga de cientos de reos en medio de las ruinas de lo que hoy es el Centro Cultural Ex Cárcel de Valparaíso. No escapó, confiando en que quedaría en libertad.
No obstante, la justicia lo sentenció a muerte y en 1907 se paró frente a un pelotón de fusilamiento, en el que solo uno de los cuatro funcionarios, sin que lo supieran, tenía su arma cargada con la bala mortal. Con sus ojos sin vendar, tal como lo solicitó, exclamó unas últimas palabras: "¡Apunten bien al corazón!".
"Gracias por el favor concedido"
A más de 110 años de su ejecución, Emile Dubois sigue vivo en el consciente de los porteños. En el Cementerio N°3 de Playa Ancha, al costado de un mirador, se instaló una animita en su honor que con el tiempo se llenó de peticiones y agradecimientos, elevando su figura a una especie de santo.
"Gracias por el favor concedido" se lee en decenas de placas de mármol, instaladas por quienes van a pedirle por la salud de un familiar, para encontrar trabajo, una buena nota en el colegio o la universidad, etcétera.
En el paraíso o en el infierno, Dubois continúa haciendo de las suyas, dondequiera que esté.
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