Columna de Mauricio Morales: "Evelyn versus Michelle, ¿Quién gana?"

Por Mauricio Morales, doctor en Ciencia Política, profesor titular, Universidad de Talca-Campus Santiago.

La última encuesta Criteria mostró una significativa alza en la intención de voto por Michelle Bachelet, quedando con 17 puntos, mientras que Evelyn Matthei sigue arriba con 29%. José Antonio Kast quedó relegado a un tercer lugar con tan solo el 9%. En una línea similar, la encuesta CADEM de hace dos semanas ratificó el favoritismo de Matthei (26%), seguida de Bachelet (11%) y Kast (9%). Si bien es cierto que falta mucho para la elección y que las cosas pueden cambiar intempestivamente, bien vale la pena analizar estos resultados para, al menos, entender el momento político que vive el país.

Bachelet es una marca registrada y reconocida por los votantes. Sin hacer mucho, ya aparece como la carta más competitiva de su sector, aunque ha manifestado varias veces su negativa para asumir el desafío presidencial. No obstante, esa convicción podría ceder ante la presión de los números. Imaginemos por un momento que el gobierno llega a la elección de octubre con cerca del 40% de aprobación, y que la catástrofe electoral que se augura para los alcaldes de la coalición del Presidente no sea tal. Es decir, que los partidos de gobierno retengan parte importante de los municipios.

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Si a eso le sumamos cifras económicas que indiquen una recuperación definitiva, el panorama desalentador para el gobierno de cara a las presidenciales y legislativas de 2025 podría cambiar, empujando a Bachelet a su tercera candidatura presidencial. Su gran problema será el PC, que se subió tempranamente a la “bacheloneta” apoyándola cuando marcaba menos de dos dígitos, lo que hace difícil su exclusión más allá de las evidentes dudas sobre sus convicciones democráticas.

Matthei es un caso distinto. A diferencia de la lealtad de los votantes de izquierda con sus candidatos presidenciales, en la derecha ocurre todo lo contrario. Es cosa de mirar las elecciones de 2021. Apenas Sichel comenzó a titubear, los votantes de derecha corrieron a los brazos de Kast. Claro. Sichel fue un candidato importado por la derecha, con pasado demócrata cristiano, y que estaba muy lejos del ADN del sector. Kast, en cambio, representaba genuinamente al votante más intenso de derecha, por lo que le fue muy fácil absorber y comerse con zapatos a Sichel.

Con Matthei no le será tan sencillo. Es una candidata histórica, partisana, firme, con carácter y que no tendrá problema alguno en enfrentarlo y defender sus posiciones más liberales y democráticas. El problema de Matthei, por tanto, no es Kast, sino que su propia coalición política. El caso Hermosilla amenaza con descabezar parte de sus eventuales equipos de apoyo, y como muestra Criteria, la ciudadanía percibe que la corrupción está más presente en los partidos de Chile Vamos que en el resto.

 

El desafío, por tanto, pasa por diseñar una especie de gabinete en campaña luego de las elecciones municipales, ofreciendo equipos a la ciudadanía junto con un liderazgo probado. Esto implica, por cierto, cerrar la puerta a Republicanos y construir una gran coalición de centroderecha que privilegie más al votante mediano que al votante extremo. Total, ese votante extremo no tendrá más opción que apoyar a Matthei en una eventual segunda vuelta. Sale gratis.

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¿Quién gana, entonces, el duelo Bachelet/Matthei? Hoy lo gana Matthei sin ninguna duda. Y no solo por sus registros en las encuestas de opinión, sino que también por una cuestión de ciclo electoral. En América Latina desde 2015, casi en el 75% de las elecciones han ganado los partidos de oposición. Su debilidad, como señalaba más arriba, pasa por los errores y escándalos en que se ve envuelta su coalición.

Muy probablemente, tendrá que recurrir a equipos técnicos, marginando de la primera línea a políticos con mayor trayectoria. Los partidos tendrán que comprender y acatar esa decisión, pues en este tipo de situaciones no se puede aspirar a “chicha y chancho”. Este diseño, por cierto, no implica gobernar sin partidos. Todo lo contrario. Se trata de gobernar con los partidos, pero colocando ciertos límites y obligaciones.

Chile Vamos no puede pretender imponer nombres que luego deban ser bajados por estar involucrados en algún escándalo. Por otro lado, y aunque suene obvio, se necesitará de una disciplina legislativa absoluta. Todo esto, si el propósito es que la derecha, por fin, gobierne dos períodos consecutivos.

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