Cientos de familias que lo perdieron todo en incendios fueron damnificados para el 27-F

  • Por Oliver Rodríguez

"Es nuestra tercera tragedia. Nunca pensamos que iba a suceder. Las casas del 85 y de 2010 eran de adobe, de campo. Tuvimos que meter todo nuestro esfuerzo, 19 años de ahorro, para finalmente construir esta, más sólida, porque pensábamos que era la casa que les íbamos a dejar a los hijos. Ahora todo es ceniza".

El relato es de Juana Padilla, habitante del poblado La Gloria, en la comuna de Pumanque, Región de O’Higgins, que fue, al igual que varias localidades aledañas, azotado por los incendios forestales que se desarrollan en la zona centro sur del país, y que, nuevamente, dejó a ella, su esposo Luis Becerra, y sus hijos, sin hogar. Ya les había ocurrido para los terremotos de 1985 y 2010.

“No tengo un recuerdo de mis hijos cuando pequeños. Ni fotos, sus cuadros de licenciatura, o de cuando se habían casado. Nada (...) Supongo que son pruebas que Dios nos manda", relató Padilla con pesar a El Mercurio.

No obstante, los Becerra Padilla no son los únicos. Datos recogidos por el Ministerio de Vivienda y Urbanismo arrojan que de las cerca de 1400 viviendas consumidas por el fuego, el 10 o 20% ya habían sido afectadas por el terremoto de febrero de 2010, es decir, entre 140 y 280 casas. No obstante, esta cifra podría crecer, pues el balance del Minvu aún se encuentra en desarrollo.

QUEMADA "HASTA LA MATA"

Situación similar es la que vive por estos días la familia de Pedro Álvarez, habitante de Marchigüe y propietario de una pequeña viña en la que fabricaba chicha, la cual hoy se encuentra quemada “hasta la mata”, según resume. Su casa se redujo a cenizas y tendrá que partir de cero, parecido a lo que vivió para el 27- F.

"El terremoto fue distinto. La casa, que era de adobe, se cayó por la mitad, pero al menos me quedaron las camas y otras cosas. A los dos meses me empezaron a dar palos y planchas de la municipalidad, y ya estaba construyendo. Ahora no nos quedó nada de nada", señaló al mentado medio.

AGUA Y FUEGO

La familia Araya Correa vivió algo similar a lo anteriormente descrito, sin embargo, en lugares distintos. Esto porque para el terremoto de 2010, el tsunami arrasó con las pertenencias que tenían en la vivienda que arrendaban en la localidad de Limpávida, en Vichuquén.

Luego de vivir esto y, buscando alejarse del mar, se mudaron a Huiñe, localidad ubicada entre los cerros de la misma comuna de Vichuquén, el cual, sin embargo, fue también presa del fuego. Su hogar resultó completamente consumido por las llamas.

"Para el 27-F yo sentí el terremoto, pero nunca pensé que vendría el mar. Arranqué con lo puesto, una camisa de dormir, mientras el agua me llegaba a las rodillas. Lo de ahora, al menos, avisó, porque diez días antes veíamos que podía venir el fuego, pero no alcanzamos a sacar nada", relata, al mismo tiempo que su marido le recuerda que, al menos, aquella vez pudieron rescatar fotos familiares. “Ahora son nada en medio de todo eso”.