La madre de Rubiales comienza una huelga de hambre hasta que Jenni Hermoso "diga la verdad"

La madre de Luis Rubiales, suspendido de su cargo al frente de la Federación Española de Fútbol (RFEF) por el beso a la jugadora Jenni Hermoso, comenzó este lunes una huelga de hambre en apoyo de su hijo, anunció un familiar.

Ángeles Béjar comenzó su protesta dentro de la iglesia de la Divina Pastora en la ciudad de Motril, Andalucía (sur), y no la depondrá hasta que Hermoso "diga la verdad", afirmó a periodistas frente a la iglesia Vanessa Ruiz Béjar, prima de Rubiales.

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"Su madre, que es una persona muy creyente, se ha refugiado en Dios, se ha puesto en huelga de hambre" y "no quiere salir de la iglesia", dijo Ruiz Béjar, quien denunció una campaña de "acoso y derribo" contra Rubiales.

"Queremos que Jenni diga la verdad, porque ha cambiado tres veces su declaración. Hemos tenido que irnos de nuestras casas, que no paran de acosarnos, que no es justo, que queremos que nos dejen en paz y que se haga justicia", agregó la prima de Rubiales.

Rubiales, quien creció en Motril, fue suspendido por la FIFA el sábado "de toda actividad relacionada con el fútbol a nivel nacional e internacional" por 90 días mientras "se tramita el procedimiento disciplinario" abierto en su contra por el beso a Hermoso.

Ese beso de Rubiales en la boca de la jugadora de la selección femenina española en la entrega de medallas del Mundial de Australia y Nueva Zelanda, ganado por España, ha suscitado un sinfín de críticas y reacciones de condena nacionales e internacionales.

Poco después de la difusión del beso, Hermoso afirmó, refiriéndose a lo sucedido, a través de un directo de Instagram: "¡No me ha gustado, eh!".

Poco después, un comunicado de la RFEF citaba a la jugadora quien, según el texto, dijo que se trató de un "gesto mutuo totalmente espontáneo por la alegría inmensa que da ganar un Mundial".

Pero el viernes, la jugadora de 33 años afirmó que se sintió "vulnerable y víctima de una agresión" cuando recibió el beso de Rubiales, y que a su juicio se trató de "un acto impulsivo, machista, fuera de lugar y sin ningún tipo de consentimiento por mi parte".

Ese mismo viernes, Rubiales rechazó dimitir ante la asamblea general extraordinaria de la RFEF, donde consideró que el beso en el centro de la polémica fue "consentido".

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