¿Cómo es vivir con trastorno bipolar en Chile?
- Por Monserrat Saavedra
Durante estos días, Felipe, de 26 años, lentamente comenzó a cambiar su rutina. Por primera vez en su vida, se enfrentará a un lugar de trabajo a miles de kilómetros de su hogar, desde que fue diagnosticado con trastorno bipolar.
Las preparaciones han sido paulatinas, y abarcan más que solo comprar muebles para decorar su hogar.
“Desde que me confirmaron que quedé en el trabajo, me empecé a levantar más temprano”, explica Felipe. Es que este trabajo requiere que esté listo para salir de la casa antes del amanecer, y el trasnoche o incluso dormir menos de las 8 horas recomendadas, no son una opción.
Es un pequeño sacrificio que debe hacer para no perder el duro esfuerzo que ha puesto para alcanzar la estabilidad de su trastorno bipolar.
Vivir con trastorno bipolar en Chile
Decir que se padece un trastorno o una enfermedad mental en Chile no es fácil. A pesar de cualquier tipo de esfuerzo por normalizarlos, gran parte de estos aún son un tabú. Y para Felipe, no fue muy distinto cuando recién fue diagnosticado.
“No tenía idea que era el trastorno bipolar, yo pensaba que era algo malo, solo porque es un tema de salud mental. Creía que iba a estar dependiendo de medicamentos toda mi vida, que iba a cambiar. Efectivamente, fue así, pero no cambió para peor”, explicó.
En el camino que ha recorrido desde su diagnóstico ha requerido presentarse nuevamente a familiares y amigos, y a pesar de que no ha tenido mayores problemas, en su nuevo trabajo la situación es distinta. Felipe no ha mencionado su salud mental y solicitó que en esta publicación no se utilice su apellido, como una medida de precaución.
¿Qué es lo que se (mal) piensa de la bipolaridad?
Usar la palabra bipolar como un adjetivo para describir a aquellas personas que regularmente cambian de opinión, o que primero están de acuerdo y luego se arrepienten, es un error y un concepto equivocado al que los diagnosticados se deben enfrentar regularmente.
“Sí o sí, cada vez que tú quieras contárselo a alguien, tienes que educarlo o dar un discurso rápido de lo que es. Pero hay que educarlos, porque suelen tener un concepto erróneo de lo que es”, explica el joven, quien además agrega que “creen que si eres bipolar cambias de decisión de un momento a otro, esa es la ‘talla’, pero el trastorno bipolar en sí, no es eso”.
¿Qué significa realmente ser bipolar o tener bipolaridad ?
Según Clínica Mayo, se desconoce la causa detrás de la enfermedad, pero es asociada a factores hereditarios o por un desbalance químico o físico en el cerebro, lo que, efectivamente, produce cambios de ánimo.
Estos no son repentinos, no se trata de que una persona se sienta de una forma y luego pase a estar de la forma totalmente contraria en cosa de minutos.
En cambio, se viven episodios de manía y depresivos, los que pueden durar semanas, meses o incluso, en los casos más extraños, se pueden extender por un año.
Desde el Instituto Estadounidense de Salud Mental explican que, por un lado, la depresión en las personas con trastorno bipolar suele presentarse con un decaimiento generalizado, pérdida de interés en cualquier actividad, pero cada persona tendrá casos distintos. A quienes tienen de estos episodios más frecuentemente, se les diagnostica con trastorno bipolar II.
En el caso de las crisis maníacas, estas sueles comenzar con una hipomanía, o un par de síntomas más leves, los que si nos son tratados a tiempo, pueden escalar a una manía, con desconexión de la realidad, o psicosis. En estos casos, los médicos indican que se trata de un trastorno bipolar I.
Esto no significa que los pacientes estén condenados a vivir entre estos dos estados de ánimo, con el tratamiento y la educación se puede alcanzar la eutimia; una especie de equilibrio en la que se vive sin grandes variaciones.
"Salía a caminar y regalaba mi ropa"
Para Felipe, todo comenzó con una crisis de hipomanía y luego manía “de libro”, como él describe. Durante un año, vivió con una energía increíble, las comidas sabían más delicioso de lo normal. "Estaba muy feliz, excesivamente feliz. Pero era un exceso en el que se notaba algo raro”, explicó.
En ese tiempo, salía con sus amigos a bares y fiestas en el barrio Bellavista durante los fines de semana. En vez de salir con lo justo y necesario, Felipe llevaba un bolso cargado con su ropa. “Al otro día, en vez de ir a mi casa cuando mis amigos se iban, yo salía a caminar por ahí y le regalaba mi ropa a toda la gente que estaba en las calles”.
Con el tiempo, Felipe comenzó a desarrollar la habilidad de influir en los pensamientos de las personas, "o eso me hacía creer la manía".
Después, creyó comenzar a ver sus auras. Eran como fuegos de colores; verdes, rojos o morados, que se proyectaban de sus cuerpos como fuego.
"Creía que era Dios"
Pero la situación se volvió más grave, cuando se comenzó a separar de la realidad.
Fue después de un seminario en la universidad. Habían trabajado durante tres días para preparar un encuentro entre profesionales y estudiantes. Todo salió bien, por lo que una celebración era fundamental.
Después de pasar la noche con sus compañeros, y su habitual recorrido regalando ropa a las personas en situación de calle, por fin era hora de volver a su casa.
El cansancio era tanto que llegó hasta la última estación del Metro tras quedarse dormido. Pero una vez en su casa, no podía conciliar el sueño. Pasadas las horas, la desesperación lo comenzó a invadir.
"Ahí llamé a mi mamá y empecé a sentirme extraño. Esa noche pensé que iba a morir", explica.
No solo eso, estaba convencido de que era Dios. "Creía que todos éramos Dios... A veces volvía a la Tierra y estaba un poco más racional, pero de repente me iba", expresa.
Ante su preocupante estado, su madre pensaba que lo podrían haber drogado, pero cuando todos los exámenes resultaron negativos, solo quedaba pedir hora para un psiquiatra.
¿Cómo se logra el equilibrio?
Después de pasar un año en un estado hipomaníaco, Felipe no ha vuelto a sufrir de otra crisis. Es que ya conoce sus pródromos, o las primeras señales que le advierten hacia dónde podría cambiar su ánimo.
Luego de años de psicoeducación de él junto a su familia, ya conoce todos los detalles, no solo de la enfermedad, sino que también cómo se presenta en él.
“La familia es muy importante en el buen pronóstico”, comenta Karen, la madre de Felipe. “Es súper importante el apoyo familiar, el acompañamiento; en ayudarse en hacer las cosas para que él pueda salir de ese estado o evitar que entre en esa fase”, añadió.
Ahora, cada vez que Felipe identifica alguno de sus pródromos, cambia inmediatamente su rutina. Si reconoce que anda más irritable, con muchas ganas de salir, de armar fiestas o hacer más ejercicio, lentamente baja la energía y el ritmo.
Por el contrario, si comienza a evitar los panoramas que tanto le gusta hacer, inicia un proceso de activación; y su familia con él. “Comienzo a activar mi casa, ponemos más música, tenemos más actividades, lo acompañamos en hacer ejercicio”, cuenta Karen.
Y con esto, los Grupos de Apoyo Mutuo (GAM) le han permitido conversar sobre cómo es vivir con este trastorno, con jóvenes como él, con experiencias similares, con pródromos parecidos o muy distintos. Un espacio en el que no tiene por qué explicarle nada a nadie.
"A mí me gustaría decir, tengo trastorno bipolar, y me gustaría que supieran lo que es, sin la necesidad de tener que explicar yo. Eso debería ser como un ramo en el colegio o algo así. Porque igual es complicado explicarle a un completo desconocido lo que es", concluye Felipe.
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